Pancarta hermana yo sí te creo
En ambientes jurídicos, que no de organizaciones para-sindicales de jueces o fiscales, la sentencia de La Manada resulta extraña por una razón: o era violación o no era nada (bueno pecado sí, pero no delito). Calificar como abuso una quíntuple penetración resulta, cuando menos curioso.
Dicho de otro modo: o era blanco o era negro, pero es difícil aceptar que fuera gris.
Y entonces, el miércoles 2 de mayo exhibe el trasfondo. Primero, porque la manifestación de Madrid por femi-podemitas demuestra a qué extremos está llegando la cosa: a identificar a militares y violadores.
Catalá insiste contra el juez González y amenaza con querellarse contra el ministro
El mismo movimiento ultra-feminista consigue llevar la sentencia al Parlamento de Estrasburgo, mientras el Gobierno español prepara una norma calcada a la Ley contra la violencia de género, en la que violación será aquello que diga la mujer que es violación (entre hermanas nos creemos). En otras palabras. La palabra de la mujer basta para incriminar al varón.
Naturalmente, todo en términos jurídicos. El bien y el mal son conceptos en los que no entramos.
La sentencia de la Audiencia de Pamplona, ha llegado al Parlamento de Estrasburgo -controlado por el feminismo más estrambótico- y ha provocado que todo el estamento judicial se haya revuelto contra el ministro Rafael Catalá, quien insiste en que el culpable es el juez del juicio particular, Ricardo González, quien ya ha amenazado con querellarse contra el ministro.
Y jueces y fiscales se dan al corporativismo: que nadie se atreva a criticarnos. Y la cosa llega hasta el Europarlamento
Pues no, ministro, resulta que si el asunto de la manada podía ser, o bien violación o bien nada, entonces el juez Ricardo González fue el más lógico de toda la sala. Él optó por el negro pero es que sus compañeros optaron por el gris, no por el blanco. Y lo que hizo explosionar el asunto fue la sentencia en sí, no su voto particular.
Y naturalmente todas las asociaciones de jueces y fiscales se han dado al corporativismo más denostado. Todas ellas piden la dimisión del ministro y, en pocas palabras, y traducido al roman paladino, que no se les puede criticar su trabajo, el de jueces y fiscales, porque eso es poco democrático.
Como diría un tal Mariano Rajoy, un poco de sentido común, “que falta nos hace”.