El BBVA registró un beneficio récord de 6.420 millones de euros en 2022, pero eso no implica que el banco esté en su mejor momento, ni mucho menos. Todo lo contrario, la entidad que dirige Carlos Torres afronta un 2023 repleto de incertidumbres, tanto en su joya de la corona (México) como en Turquía y España.
BBVA México aportó el 57% del resultado del Grupo en 2022 y continúa siendo el motor del banco. Si México estornuda, el Grupo se resfría, y eso es, precisamente, lo que podría suceder en los próximos trimestres. Estamos hablando de una economía que cerró 2022 con un crecimiento del 3,1% -ya ha superado los niveles prepademia-, pero con una inflación del 7,8%, la mayor de los últimos 22 años.
Los intentos de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) por preservar el crecimiento económico de su país no impidieron, sin embargo, la salida de más de 60.000 millones de dólares del país desde 2020, la mayor fuga de capitales que se recuerda, mayor incluso que la registrada en los años 80 del pasado siglo. En pocas palabras, los inversores no se fían de AMLO.
Si México es la joya de la corona del Grupo, Turquía es la eterna promesa, con la peculiaridad -no nos cansaremos de insistir- de que está gobernada por el demócrata compulsivo llamado Recep Tayyip Erdogan. Garanti, de la que el BBVA posee el 85,9%, se desinfló en 2022 y apenas aportó el 6,9% del resultado del Grupo, tras aplicar el criterio de contabilidad hiperinflacionaria. Y es que el país cerró diciembre con un IPC del 64,3% tras un noviembre inolvidable, con una inflación del 84,4%, y con una lira turca por los suelos.
Y de nada sirven ya, o al menos ese es el parecer de muchos economistas, las bajadas de tipos de interés decretadas por el Banco de Turquía, es decir, por Erdogan, porque la política monetaria y la economía real avanzan ya por caminos paralelos, sin conexión entre ellas.
BBVA España también está en alerta, entre otras razones porque el banco “sigue estando significativamente expuesto” al mercado inmobiliario, tal y como reconoce el Grupo en el informe anual remitido el martes a la SEC norteamericana
No nos olvidamos de los trágicos terremotos del 6 de febrero, que acabaron con la vida de 46.000 personas en Turquía y Siria, según los últimos datos oficiales, y que han empeorado todavía más la situación económica del país.
Y todo esto en año electoral -mes de junio-, en el que las encuestas no dan favorito a Erdogan, castigado por los seísmos. Da lo mismo, porque lo más probable -la democracia corre por sus venas- es que vuelva a gobernar y con más autoridad si cabe.
BBVA España también está en alerta, entre otras razones porque el banco “sigue estando significativamente expuesto” al mercado inmobiliario, tal y como reconoce el Grupo en el informe anual remitido el martes a la SEC norteamericana. En ese mismo informe, el Grupo menciona, como uno de los riesgos, “la sostenibilidad de una deuda pública muy elevada a medio y largo plazo”, así como un desempleo estructural “alto”.
Internamente, la red en España continúa desmotivada a pesar de los intentos de Onur Genç por hacer creer lo contrario. De hecho, en el informe a la SEC la entidad no oculta que podrían producirse “reducciones significativas de empleados”, por la digitalización. Pero al margen de esto, otro de los puntos sensibles es la precariedad de su banca privada que está muy por detrás de sus principales competidores en los rankings del sector. Y el futuro del negocio bancario pasa por la banca privada.
Por cierto, el banco deja en el aire el impacto reputacional del caso Villarejo. “Este proceso judicial penal se encuentra en etapa de instrucción. Por lo tanto, no es posible en este momento predecir el alcance o la duración de dicho procedimiento o cualquier procedimiento relacionado o sus posibles resultados o implicaciones para el Grupo, incluidas multas, daños o perjuicios a la reputación del Grupo causados por ello”, señala el informe.