A ver, doña Ana Botín, tenga piedad de este anciano periodista y no me cambie el organigrama cada año, que me pierdo.
Dos cambios de mucha enjundia. El primero: sale el veterano consejero delegado de Santander España, Ángel Rivera, un hombre que se había impuesto a todos sus pares y es sustituido por, aún más sorprendente, el responsable de ING-Iberia, Ignacio Juliá.
Es decir, que la segunda red bancaria más importante de España tendrá como jefe a un hombre que viene de la banca digital y sin apenas sucursales. No digo que no pueda salir bien, pero no deja de ser una apuesta arriesgada. Recuerden lo que ocurrió con la red del BBVA en España: pasó de ser una de las mejores redes de sucursales de España a convertirse de una ristra de reclamaciones permanentes, porque la banca presencial tiene eso: que necesita presencia.
El segundo fichaje es casi tan importante, y ha resultado más complejo, como el primero. Se trata de Víctor Allende, el hombre que dirigía banca privada en Caixabank y que ahora cumplirá idéntica función en Santander España. No olviden que de los tres grandes bancos (Santander, BBVA y Caixabank) la mejor división de banca privada, hacia donde caminan todas las entidades en 2024, es la de Caixabank, Héctor Grisi, el ceo del grupo Santander, sabía a quien fichaba. La respuesta de Caixabank ha sido promocionar a una mujer de la casa: la directora de Castilla-León, Belén Martín. Por cierto, Allende era la mano derecha de Juan Antonio Alcaraz.
En cualquier caso, Botín ha vuelto a sorprender. Mantiene, aunque no siempre, su sistema de doble obediencia, temática y geográfica. Ya saben, como la Guardia Civil, que obedece a Interior y a Defensa y los mal pensados asegura que es la mejor manera de no depender de nadie.
Pero, sobre todo, para qué engañarnos, en el Santander no existe un modelo de mando sino una sola con manda en plaza: Ana Botín.