Todo empezó cuando Tobías Martínez, el CEO y principal responsable del éxito de Cellnex anunció su marcha por razones personales.
Fue entonces cuando el fondo activista -es decir, además de especulador, incordiante- TCI, monta el pollo y asegura que es el primer accionista y que por tanto manda en la compañía, con un 9% del capital. Por ahora, ya ha conseguido cesar al presidente de la compañía, pero no le basta: exige el cese de otros vocales del Consejo y el nombramiento de dos representantes en el máximo órgano de decisión de la empresa de infraestructuras de telecomunicaciones.
A ver si nos entendemos: TCI pretende ejercer un poder que la ley no le otorga: no tiene derechos políticos por el 9%. De hecho hasta que lo pida en junta de accionistas, no tiene derecho a nada en el Consejo. Y esto porque posee el 3% del capital y el resto son derivados y hay que ver qué tipos de derivados.
Pero, en cualquier caso, aunque tuviera el doble, la ley asegura que debe solicitar los puestos que le corresponden en el Consejo... y que le serán aprobados en Junta Genral... y que ya no puede ser en la Junta inminente, correspondiente al ejercicio 2022. Al menos, si el resto de accionistas no ceden. Si ceden ya es otra cuestión. Los fondos activistas e incordiantes enseñan los dientes: la respuesta es enseñárselos a ellos.
Lo importante, el pollo de CNI se ha convertido en un enfrentamiento directo en el Consejo de Administración y, que pone en solfa a la compañía. Hablamos de una compañía líder en infraestructura de comunicaciones, un sector estratégico. El gobierno debería intervenir o, ¿por qué no invertir directamente o facilitar que una industria española lo hiciera? Cualquier cosa menos dejar de una empresa estratégica en manos de un fondo activista incordiante y arrogante.
¿Que criticar a los fondos supone criticar a la propiedad privada? De eso nada, los fondos no son propietarios privados, son los gestores de muchos pequeños propietarios privados... que no es lo mismo.