Las empresas empiezan a tomas medidas para cambiar la estructura de su deuda, con el sano fin de protegerla ante la subida de los tipos de interés, una vez que el BCE abandone su poco ortodoxa política monetaria. Queda tiempo. No se espera ningún movimiento antes de 2020 (o finales de 2019), pero eso no evita prevenir, antes que curar, tras la lección aprendida durante la crisis, sobre el apalancamiento excesivo. Persiste, alargada como la sombra del ciprés de Delibes, por los riesgos que conlleva.

Es cierto que la deuda no afecta a todas las empresas por igual, aunque es una espada de Damocles en casos como Telefónica  o Iberdrola, y es un motivo de observación para todas, con los analistas detrás, siempre ojo avizor. En esa lista, con sus más y su menos, están también Gas Natural, Red Eléctrica, Endesa, Abertis, Cellnex, Indra, Arcelor, Grifols, etc…

Telefónica o Gas Natural han optado por dar un mordisco al apalancamiento, no así Grifols

Los movimientos para proteger la deuda, en cualquier caso, se dan en un contexto que no tiene nada ver con los años de crisis, que pusieron en evidencia ese lastre (que se lo pregunten, si no a la Abengoa de la etapa Felipe Benjumea) del que siempre se sale escocido. Es uno de los problemas por los que atraviesa ahora Duro Felguera, ya sin  Ángel de Valle al frente, pero que sigue pendiendo de un hilo: o encuentra un socio industrial o entrará en concurso de acreedores.

Con más o menos deberes hechos, desde la crisis, los financieros han puesto orden en las empresas para reducir la deuda, aprovechando también la ventaja de los tipos en mínimos. Los años previos a la crisis fueron de excesos y los posteriores de reparación.

Sirvan como ejemplo las empresas no financieras de Ibex, que debían 200.247 millones en 2009 y han reducido esa partida a 181.192 millones (a finales de 2017). Ahora, está en algo más de 174.000, con los resultados del primer trimestre que se han presentado hasta ahora, tras la primera cascada, la semana pasada, entre intrigas.

Casos singulares, decía, son los de Telefónica e Iberdrola. El primero porque ha dado un tajo a la deuda del 9,8%, hasta dejarla en 43.975 millones, un gesto bendecido por el mercado. Álvarez Pallete no ha sido el único en una empresa muy endeudada.

Iberdrola, como Red Eléctrica, busca refugio contratando derivados para pasar deuda a tipo fijo

Es también uno de los motivos que aleja de Telefónica el peligro de OPA, también porque los dos principales candidatos, Deutsche Telekom y AT&T, tienen trabajo para rato, la primera por la fusión de T-Mobile y Sprint, y la segunda, pendiente de que se desbloquee la compra de Time Warner.

También ha hecho como Pallete, pero aplicando disciplina financiera, Francisco Reynés, presidente de Gas Natural, y ha dado un mordisco al apalancamiento del 14%, para dejar la deuda en 13.031 millones.

La deuda fue el fantasma de la crisis: pueso a prueba a Abengoa como se ensaña ahora con Duro Felguera

También han hecho lo mismo las hoteleras, como Meliá o NH, a base de venta de activos para no ampliar sus obligaciones bancarias. De lo contrario, hubieran tenido más difícil, en paralelo, buscar financiación en el mercado.

La otra solución, en rasgos generales, consiste en reducir el coste financiero pasando a un tipo de interés fijo. Es lo que ha hecho Iberdrola, contratando derivados (forward swaps) que convierten el tipo de la deuda de variable a fijo. En 2017, cubrió de ese modo deuda por 3.600 millones y desde enero, 6.000 millones. Pero ojo, la deuda de la eléctrica de Sánchez Galán está en 33.313 millones con una coste financiero del 3,59%.

También han recurrido a esa vía, para aligerar el peso, otras compañías como Red Eléctrica, que ya ha pasado a tipo fijo el 91% de la deuda, en 4.731 millones, o Abertis, con una deuda de 15.367 millones.

En el lado contrario, sobresale la catalana Grifols, acorralada por la deuda (ahora en 5.155,3 millones), como lo hace ver los analistas, aunque problema viene de atrás, desde que patrón Víctor Grifols Roura, cedió el testigo del mando a su hijo y a su hermano.

Salvando las distancias -o sea, a años luz y fuera de España- sorprenden casos como el de la superapalancada Tesla, un saco de pérdidas, aunque nadie bromea con su quiebra. Por sus resultados, como en el primer trimestre, cualquiera puede pensar Elon Musk, el consejero delegado, es un ilusionista. El otro extremo de Apple, también tecnológica, que se forra con el iPhone X, el más caro y líder en ventas.

Sacyr, un caso singular

El modelo de negocio de las empresas, en cualquier caso, es más equilibrado que hace años para reducir riesgos por la deuda, precisamente. Al fin y al cabo, una empresa apalancada es problemática, básicamente, por el impacto que puede tener una caída en la valoración de sus activos, que repercute directamente en la valoración de la compañía. Más, cuanta más deuda.

Es lo que ocurrió a Sacyr, por ejemplo, tras comprar en 2006 el 20% de Repsol, para aprovechar la rentabilidad del dividendo y sus subidas en bolsa. Los problemas vinieron después, cuando no tenía liquidez para salir y pagaba 700 millones en intereses por el crédito con el que financió esa compra, y el valor de la petrolera, mientras caía a mínimos.

Repsol cerró en 2015 con una cotización de 9,3 euros por título, nada que ver con el actual, pero Sacyr había comprado cuando cotizaba a 27 euros. Ha sido, en fin, un dolor de muelas para la constructora y no se libró del problema hasta avanzado 2017, cuando vendió el crédito vinculado al 8,5% que mantenía mediante una operación de derivados a cinco años.

No pierdan la pista entre más resultados

Aparte de los ya mencionados, esta semana han dado resultados también Repsol, que no tiene problemas de deuda (ahora en 6.836 millones), tras el recorte que supondrá la venta del 20% en Gas Natural a CVC por 3.816 millones. Otra cosa es el beneficio, que ha caído un 11% (610 millones), mientras se consuela con más producción de petróleo, más caro.

También Siemens Gamesa e IAG han presentado cuenta. En el caso de la primera, parece un mero trámite (gana en el trimestre lo que perdió en el anterior: 35 millones), a la espera del proceder judicial de Iberdrola, que llevará a los tribunales a Siemens para reclamar una OPA sobre Gamesa, tras el portazo a esa opción que ha dado la CNMV.

En el caso de IAG, el beneficio ha crecido un 186% en el trimestre  (206 millones), pero con la vista puesta en el asalto sobre la low cost noruega Norwegian. Ya han respondido a Willie Walsh no quieren su dinero: rechazan las ofertas por el 100% al considerar que la infravaloran. A ver en qué queda.