Cuando uno recorre la autovía A-5, también conocida como la de Extremadura, el paisaje es variado y entre los escenarios a destacar se encuentra la central nuclear de Almaraz, con sus dos reactores y sin torre de refrigeración porque dicha función la aporta el agua del río Tajo que recoge del embalse de Arrocampo y después devuelve. Se trata de un gran activo energético de nuestro país y con sólo 50 millones de euros de inversiones al año, se encuentra en excelentes condiciones para seguir operando más allá de 2027.

 

El reactor I empezó a operar el 1 de septiembre de 1983 y la unidad II lo hizo el 1 de julio de 1984, por lo que el primero ya ha cumplido los 40 años de vida útil y el segundo lo hará dentro de mes y medio. Una edad que se puso en un principio, pero que hoy no tiene ninguna importancia, pues en EEUU las centrales tienen licencia para operar a 60 años y algunas tienen autorización para hacerlo hasta los 80. Asimismo, hay que tener en cuenta que los grandes componentes de Almaraz se han renovado, por lo que “está mucho mejor que antes”, ha destaca Ignacio Araluce, presidente de Foro Nuclear (la asociación que representa a la industria nuclear de nuestro país), ante un grupo de periodista que visita la central. Sabe bien de lo que habla, pues tras sacarse las licencias de operador y supervisor nuclear, en el año 1981 empezó a trabajar como instructor formando a los operadores y supervisores que arrancarían Almaraz, pero tres meses después le pidieron que se quedara como jefe de operación (puesto para el que le contrataron siendo “muy jovencillo”) de la central y después la dirigió durante 14 años (entre 1988 y 2002).

Produce el 54,7% de la electricidad sin emisiones de Extremadura y el 7% de la demanda nacional de energía eléctrica anual (lo que equivale al consumo de 4 millones de hogares)

En total, más de 20 años en Almaraz y esto se nota no sólo en cómo explica a los periodistas todo lo relacionado con la central y la energía nuclear, sino también en que insista en que “no damos por perdida la central de Almaraz, la mayor empresa de Extremadura”. De hecho, la contribución anual a su entorno supera los 97 millones de euros anuales; genera 2.900 empleos directos, indirectos e indirectos en la región; produce el 54,7% de la electricidad sin emisiones en Extremadura y el 7% de la demanda nacional de energía eléctrica anual (lo que equivale al consumo de 4 millones de hogares). De hecho, el reactor I empezó a operar en septiembre de 1983 y la unidad II en julio de 1984, desde entonces han producido 611.000 gigavatios-hora (GWh) de electricidad, 2,3 veces la cifra generada por todas las energías en 2023 (que se situó en 266.810 GWh). Además, en 2023, la central extremeña ha registrado su tercer mejor dato histórico de producción (16.928 GWh), evitando la emisión de 5,5 millones de toneladas de CO2 a la atmósfera y siendo la instalación de mayor aportación al sitema eléctrico nacional. 

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A pesar de todo esto y de que generan electricidad de forma estable, aportando seguridad de suministro, sin emitir CO2 y barata (y aún lo sería más si bajarán los elevados impuestos que soporta), la vicepresidenta ecológica, Teresa Ribera, se ha empeñado en cerrar la nuclear en España. En la primavera de 2019 pactó con las propietarias de los reactores un calendario de cierres progresivos entre los años 2027 y 2035, pero lo cierto es que muchas cosas han pasado desde entonces (incluyendo una pandemia mundial, una crisis energética y varios conflictos -el de Ucrania o el de Gaza) y el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) no está cumpliendo los objetivos de instalación de renovables, desarrollo de almacenamiento e inversiones en redes.

La central de Almaraz es propiedad en un 53% de Iberdrola, en un 36% de Endesa y en un 11% de Naturgy; y está operada por la sociedad Centrales Nucleares Almaraz-Trillo (CNAT), que gestiona también la central de Trillo (propiedad de las tres energéticas citadas y de EDP). Con sólo 50 millones de inversiones al año, la central nuclear de Almaraz está en excelentes condiciones para seguir operando más allá de 2027, pero dado el calendario de cierre que existe actualmente “está trabajando en ese escenario de cese y en paralelo en el de continuidad”, según ha explicado su director, Rafael Campos. “Para hacer bien las cosas, hay margen hasta el primer trimestre de 2025” de dar marcha atrás a los cierres de los dos reactores (previstos para el 1 de noviembre de 2027 y el 31 de octubre de 2028, respectivamente), aunque también se podría hacer “en plan límite, hasta el día anterior”, pero en ese caso la centrar podría estar parada “un año hasta reorganizar la plantilla”. Y es que el cierre de un reactor se empieza a preparar unos tres años antes, sobre todo en aspectos relacionados con los contratos de empresas y trabajadores, y con la compra de combustible, para ir con más calma, pero los tiempos pueden ser más ajustados si es necesario.

“Para hacer bien las cosas, hay margen hasta el primer trimestre de 2025” de dar marcha atrás al cierre de Almaraz, aunque también se podría hacer “en plan límite, hasta el día anterior”, explica el director de la central, Rafael Campos

 

“Todos los años nos renovamos”, ha subrayado Campos, en alusión a las inversiones de 50 millones anuales. “Junto a la de Ascó, son las dos únicas centrales que tienen dos reactores en España”, pero en el caso de Almaraz estos tienen sistemas comunes, mientras que en Ascó son independientes. Los reactores extremeños son de agua a presión (PWR) y de tecnología de Westinghouse, están funcionando con altos estándares de calidad y seguridad, certificados con la categoría más alta de la Asociación Mundial de Operadores Nucleares (WANO), y dicha seguridad es apreciada por el visitante desde que cruza primeras vallas, al tiempo que observa una gran variedad de fauna (los ciervos destacan entre sus inquilinos) y de flora.

Campos ha señalado que “una central está diseñada como una cebolla con barreras ante la radiación”. La primera es la de la propia pastilla de óxido de uranio enriquecido (que suministra la empresa Enusa); la segunda es la varilla, que está compuesta por unas 270 pastillas, mide cerca de 4 metros de altura y está fabricada de aleaciones de circonio, y hay que tener en cuenta que un elemento combustible consta de 264 varillas… y que un reactor PWR como los de Almaraz, Ascó o Vandellós II tienen un total de 157 elementos combustibles, como hace unos años explicó Alfredo García, más conocido en X (antes Twitter) como Operador Nuclear. Recuerden que como Araluce y Campos, García sabe de lo que habla porque es ayudante de jefe de turno en la central de Ascó, tiene licencia de operador de reactor y supervisor, además es ingeniero de Telecomunicaciones, licenciado en Comunicación Audiovisual, divulgador científico y escritor.

 

El presidente de Foro Nuclear ha referido que la producción de energía de la central es igual a la de cualquier otra central de carbón o de gas, sólo cambia la materia prima que usa. Campos ha afirmado que en el proceso de fisión nuclear se genera mucho calor y se hace pasar agua (en este caso del embalse de Arrocampo), produciendo vapor que pasa al circuito secundario, el cual también actúa de barrera entre el primario (donde tiene lugar la fisión) y el terciario. Asimismo, Campos ha destacado que la reacción nuclear se pueden controlar de dos formas, que también suponen barreras ante la radiación: por un lado, con las barras de control que tienen 48 elementos combustibles de los 157 que hay en el reactor; y por otro, echando boro en el agua. Cada elemento combustible se gestiona bajo el agua, que es “el mejor blindaje”. Y el circuito terciario de la central es el propio embalse de Arrocampo, del que se coge agua y después se devuelve tras hacer un recorrido de 25 kilómetros para enfriarse porque no se puede descargar por encima de los 30º C. “El embalse es fundamental y sin este Almaraz no podría funcionar”, ha remarcado Campos. De hecho, en cuanto a producción, “la mejor época es el invierno”, donde rondan los 1.040-1.045 megavatios eléctricos (MW), pero en verano el agua del río Tajo se calienta y eso hace que haya “menor rendimiento y producción (1.008 MW)”, y a veces “se da la paradoja de que el agua del río está a 32º C y la vertemos a menos de 30º C”.