El horizonte penal de Sam Bankman-Fried, fundador de la plataforma de intercambio de criptomonedas FTX, una de las mayores del mundo, pinta oscuro tirando a negro. Tras dejar una deuda de más de 3.000 millones de dólares a los 50 accionistas principales, el joven empresario de 30 años fue detenido el lunes en las Bahamas, donde tiene su sede FTX, acusado en EEUU de lavado de dinero, de desviar 8.000 millones de dólares y de violación de las leyes de financiación de campañas políticas. Bankman-Fried había realizado donaciones al partido demócrata. Será extraditado a los EEUU en breve.
Unas horas después, pero en suelo norteamericano, el actual CEO de FTX, John Ray, acudió a declarar ante el Comité de Servicios Financieros de la Cámara de Representantes: “No había literalmente controles internos”, afirmó. Tampoco había ningún tipo de separación entre la plataforma y Alameda Ressearch, la compañía de inversiones, filial de FTX, a la que supuestamente Bankman desvió los fondos de los clientes para utilizarlos a su antojo.
La quiebra de FTX ha marcado, sin duda, un antes y un después en el universo cripto en general y en la cotización del Bitcoin en particular. Los tenedores de la criptomoneda de referencia estarán deseando que finalice 2022, confiando en recuperar la caída del 60,2% que lleva acumulado el Bitcoin desde enero.