De sorpresa en sorpresa. Así está cerrando Goldman Sachs el año en España, con inversiones que nadie sospechaba, al menos en la cuantía de las mismas. El lunes fueron Santander y BBVA, en los que invirtió 6.000 millones en derivados, y el martes fueron 4.000 millones para convertirse en el segundo accionista de Iberdrola, solo por detrás del fondo soberano Catar Investment Authority (QIA), que posee el 8,7% del capital. En resumen, 10.000 millones de euros en tres compañías y en apenas 48 horas.
Y esto sucede en un contexto económico dominado por una inflación disparada y un banco central dispuesto a subir los tipos de interés a toda velocidad con el objetivo de ralentizar la economía y bajar los precios. Ahora bien, también está provocando el encarecimiento de la deuda pública, algo que la sociedad no percibe en un primer momento, pero que tarde o temprano afectará al bolsillo de los contribuyentes. Las deudas hay que pagarlas y la deuda pública española cerró el tercer trimestre en 1,5 billones de euros, casi un 2% más que la del segundo trimestre y un nuevo récord histórico que superaremos en diciembre.
En otras palabras, la próxima crisis será crisis de deuda, como hemos explicado en numerosas ocasiones en Hispanidad, y también afectará, naturalmente, a los que operan con deuda pública, por ejemplo, a bancos de inversión como Goldman Sachs. Y en el mundo de la especulación resulta igualmente decisivo adelantarse a las subidas de los activos como a la caída de los mismos, también de la deuda.