La noticia de este viernes es que Bill Gates ha vendido un 3,9%% del capital de FCC, con lo que su participación en la compañía se ha reducido del 5,7% al 1,8%, lo que supone, prácticamente, el final de su inversión realizada en 2013, cuando compró el 6%.

Las plusvalías son cuantiosas: pagó 113,5 millones por el 6% y ahora, el 3,9% vendido tiene un valor en bolsa de 228,4 millones. Pero más allá de los números, la ‘salida’ de Gates confirma a Carlos Slim como el caballero blanco, que buscó Esther Koplowitz hace diez años.

Como recordarán, la empresaria se vio abocada a buscar a un inversor que se hiciera con el grupo, entonces ahogado por el endeudamiento de la matriz y que le permitiera hacer frente a la deuda de B-1998, la sociedad instrumental con la Koplowitz controlaba FCC.

El primero que pasó por allí fue, precisamente, Bill Gates, pero el fundador de Microsoft, tras comprar el 6% del capital, no se atrevió a dar el paso definitivo. La solución, que urgía por la presión de los bancos acreedores, encabezados por el BBVA, estaba entre Carlos Slim y el filántropo George Soros. Koplowitz prefería al mexicano, pero Soros, sabedor de la urgencia, irrumpió con una oferta de derribo, pero de inmediata ejecución, de tal manera que la empresaria estuvo a punto de caer en la tentación.

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Al final, la rechazó: el norteamericano de origen húngaro -en Hungría no le quieren ni en pintura- exigía un descuento excesivo además de mostrarse como un auténtico grosero durante la negociación. Descartado Soros, que llegó a tener un 3,3% del grupo a través de instrumentos financieros, llegó el turno de Carlos Slim con el que Koplowitz sí se entendió, entre otras razones porque los dos son empresarios-industriales, no financieros como Soros.

Sí: lo mejor hubiera sido que se lo quedase Esther Koplowitz pero si hay que elegir entre Slim, Gates y Soros, mejor el primero.