El pasado viernes era Ibercaja, la que presentaba sus cuentas del tercer trimestre, esta semana lo hace Cajamar, otro de los vestigios supervivientes de una banca minorista de ‘proximidad’, que en su mayoría sucumbió a la crisis bancaria de la primera década, que tras el ladrillo había propiciado una expansión desenfrenada abriendo cientos de sucursales fuera de su ámbito geográfico natural.
Pero vayamos por los números, qué es lo que nos trae aquí y, comenzando, vemos que el resultado consolidado ha ascendido a 78,86 millones de euros (M€), un 26% superior al mismo periodo del ejercicio anterior, aunque el resultado bruto, antes de impuestos, es un 13% inferior al de septiembre de 2021.
Este trimestre se encuentra con dos variables que condicionan los ingresos por intereses: la subida de tipos de interés en el tercer trimestre por una parte, y la retirada del estímulo del 0,5% de los TLTRO3 del BCE a partir de julio por otra. De momento, el desfase de ese mes ha hecho que el margen de intereses, 496,4M€, sea un 4,4% menor que el del mismo periodo del 2021. Para el último trimestre, el que el 80% de los préstamos sean a tipo variable con vencimiento a corto plazo y la cobertura de la cartera ALCO tenga coberturas referenciadas a euribor a 6 meses, hacen esperar un mejor resultado del margen de intereses.
El margen bruto, 836,3M€, ha sufrido un descenso de 319,4M€, en términos porcentuales -27,6%, con crecimientos de los ingresos por dividendos de un 16,8%, con los resultados de participadas por el método de participación que crecen un 11,2% hasta los 35,8M€ donde destaca la aportación de Cajamar Vida. Las comisiones netas con crecimientos del 30% en las de pasivos, 22% en fondos y 16% en seguros, se quedan muy cerca de los 200M€ (198,4M€, +19,6%). Los 131M€ del resultado por activos y pasivos financieros ha sido 335,9M€ inferior al ejercicio anterior en un -74,9%. En él destacan los 11M€ por la venta de una cartera de fallidos con valor contable de 300M€, 8,9M€ más por diferencias de cambio y los -37,2M€ de otros productos y gastos de explotación que recogen las aportaciones, que crecen al FGD (Fondo de Garantía de Depósitos) y al FUR (Fondo Único de Resolución) un 12% son las partidas que han marcado el descenso del margen de la entidad.
Los costes de administración, como hemos visto en las cuentas de otras entidades, han crecido. La situación inflacionista, ya detectada en los trimestres anteriores, continúa incrementando en especial los costes de personal que crecen en 17,8M€ (+7,4%) a pesar de que en el tercer trimestre se rebajan un 4,3% respecto a los tres anteriores. El incremento se debe al pago de variables del 2021. La plantilla siguió su disminución en 76 trabajadores en los nueve meses y la red de oficinas en 30. El resto de los gastos de administración crecen un 1,5%.
El ratio de eficiencia se sitúa en un 53,63%, 16,69 p.b. superior a septiembre de 2021.
En cuanto a la gestión del riesgo, la inversión crediticia asciende a 36.677,6M€, un 4,7% superior a la misma fecha del 2021, con unos activos dudosos cifrados en 1.095M€ que descienden un 22,1% interanual. La tasa de morosidad se sitúa en un 2,91%, 0,69 p.b. inferior al pasado ejercicio y una tasa de cobertura del 73,92%, que a pesar de reducirse en un 1,94% interanual, se sitúa entre las más altas del sistema. El reflejo en la cuenta de resultados de los nueve meses de los deterioros es de 161M€ (-45%) interanual y 100M€ más por otros deterioros de activos no financieros. La financiación concedida bajo las garantías del ICO con motivo de la situación del COVID19 han finalizado en septiembre, tanto en sus garantías como en las moratorias sin un impacto significativo en los riesgos afectados, (creo que debe ser la única entidad).
Respecto a otros ratios nos fijaremos en el de liquidez, que con un 84,51% ha decrecido en un 0,39% interanual y el de solvencia CET1 Fully Loaded que se incrementa en 0,21p.b. y se sitúa en un confortable 12,89%.
A pesar de la euforia de estas cifras, a Cajamar le está costando mucho recuperar su cuenta de resultados y regresar a cifras anteriores al crack hipotecario, en especial después de los desastres provocados por las pérdidas en áreas regionales fuera de su zonas de negocio conocidas como por ejemplo, Cataluña, donde entró a por todas con una política de caja rural, en un ámbito tan industrial como el Vallés, se apoyó en oficinas adquiridas a otras entidades y la crisis pudo llevarse por delante años de trabajo y su forma de hacer banca. Detrás han quedado muchas oficinas cerradas, insolvencias que han castigado sus resultados y deseo que también una la experiencia de que no es oro todo lo que reluce y que la histórica cultura cooperativa no estaba pensada para según qué experimentos.