Desde que comenzó a operar en España en 1999, ING era considerado el paradigma de banca electrónica y telefónica, que no sólo no cobraba comisiones, sino que era capaz de ofrecer una rentabilidad sin igual. Y todo gracias a su modelo de negocio, basado en la banca online y telefónica, con cero oficinas.
Los resultados del grupo durante los nueve primeros meses del año no fueron buenos, aunque en España aumentó el número de clientes de la Cuenta Nómina un 7,5%. ING tiene 4,14 millones de clientes en nuestro país, pero no sabemos cuánto dinero gana el banco ni cuánto aporta al conjunto del grupo.
En cualquier caso, la entidad ha emprendido este año el mismo camino que el resto del sector y ha comenzado a cobrar comisiones por su Cuenta Naranja, antaño uno de sus principales reclamos comerciales, precisamente, por no incluir comisiones de ningún tipo.
El presente ejercicio está siendo malo -como para el resto del sector- y el banco ha anunciado un ajuste de plantilla que afectará a más de 1.000 empleados de todas las filiales y, no menos preocupante, ha cancelado su proyecto ‘Maggie’ de digitalización.
Sin duda, el nuevo consejero delegado, Ignacio Juliá, que tomará posesión de su despacho el 1 de enero, tiene trabajo por delante, después de algo más de un año con Roel Huisman como CEO. Según la entidad, Roel, que sustituyó por sorpresa al histórico César González-Bueno en octubre de 2019, “ha reforzado la estrategia de la entidad de ser un banco completo con ingresos diversificados, ha impulsado el crecimiento del negocio de financiación e inversión y ha definido una nueva propuesta de ahorro, exclusiva para los clientes principales”. Pues eso.
Lo cierto es que Juliá llega en un momento crítico, con el cobro de comisiones bajo el brazo y una plataforma tecnológica que deja mucho que desear, con innumerables incidencias en los últimos meses, denunciadas en las redes sociales por los clientes más cabreados.