Hace unos días, Pedro Sánchez salía con sus aires narcisistas a rendir cuentas del curso político antes de las vacaciones de verano, presentando el informe ‘Cumpliendo’. Sin embargo, en materia energética, presume mucho, pero no cumple, porque no ha abaratado la elevada factura de la luz. Y ahora sólo se le ocurre lanzar un nuevo impuesto para las grandes energéticas y una batería de ‘grandes’ medidas ¿para ahorrar energía?, pero debería optar por una reforma más ambiciosa: lo ideal sería que hubiera dos mercados marginalistas de luz y en uno sólo entrara la que genera el gas natural.
Recuerden que ahora en el mercado marginalista (más conocido como pool) entran todas las energías (eólica, fotovoltaica, hidráulica, nuclear, carbón -representa una mínima parte-, gas…) y hasta hace unos meses todas pasaban a cobrarse al precio de la última que entrara (el gas), que además era la más cara. Desde que Bruselas reconoció la excepcionalidad ibérica, España y Portugal tienen el precio del gas que entra en el pool topado (en 40 euros por megavatio hora -MWh- durante seis meses, y después irá subiendo un 5% mensual), pero también deberán compensar a los productores de dicho gas topado.
En julio se ha registrado la segunda factura de luz más cara de la historia (115,27 euros), destaca la OCU: no han dado resultado el tope ibérico ni otras medidas adoptadas (rebaja del IVA y del Impuesto especial sobre la electricidad, suspensión del impuesto del 7% a la generación)
De hecho, el tope ibérico, la ‘gran’ medida de la vicepresidenta ecológica, Teresa Ribera, para abaratar la factura eléctrica, ha sido un fracaso. Hace poco más de un mes, presumía de haber quitado 250 millones de euros a las eléctricas, pero sólo había rebajado un 14% la factura. A esto se suma que en julio se ha registrado la segunda factura de luz más cara de la historia (115,27 euros, superando los 102,65 euros de junio), según ha destacado la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU). Por tanto, no sólo ha fracaso el tope ibérico, sino que tampoco dan resultado otras medidas adoptadas: por ejemplo, la rebaja del IVA de la luz al 5% y del Impuesto especial sobre la electricidad al 0,5%, la suspensión del Impuesto del 7% a la generación, y la reforma del bono social. Y ojo, porque antes de fin de año, se disparará el precio de la luz y en la factura aparecerá un nuevo apartado (compensación por el gas) y hay que tener en cuenta que las centrales de ciclo combinado han aportado el 40% de la energía consumida... con sólo un 20% de potencia, y para producirla han necesitado el doble de materia prima, porque el aprovechamiento de la turbina es del 50%. Además, las cosas no están bien con Argelia, que podría subir el precio del gas a España un 50%... y sigue cabreada con Sánchez. En el entretando, nuestro país ha convertido a EEUU en su primer proveedor de gas (en concreto, de gas natural licuado, que cuesta más del doble que el gas argelino que llega vía gasoducto) y Joe Biden está sacando tajada de la guerra en Ucrania, un escenario que le ha permitido disparar las exportaciones de gas y petróleo.
Ante tal escenario, lo ideal sería una reforma y que hubiera dos mercados marginalistas de luz, pues Europa exige un precio marginalista. En uno de ellos entrarían todas las energías, menos el gas: es decir, eólica, fotovoltaica, nuclear,… y podría ponerse un precio fijo. Mientras en el otro mercado estaría sólo el gas y no encarecería al resto. Una opción que sería buena en general para todas las energéticas, pues ganarían, aunque quizá algo menos que ahora, y el gas tendría más margen. Claro que, por ejemplo, a Ignacio S. Galán, presidente y CEO de Iberdrola, le interesa más que el gas esté dentro del pool, pues así cobra la energía que produce con eólica, fotovoltaica y nuclear al mismo precio del gas… Mientras que los productores de ciclo combinado, entre ellos, destaca Naturgy que es dueña de 18 de los 26 que hay en España, tienen las manos un poco más atadas.