La irrupción de Joseph Oughourlian en INDRA con la compra, este jueves, del 4,1% de las acciones, hay que entenderla en el contexto actual, no ya de INDRA, sino del proyecto del Gobierno para configurar el eje de la industria militar española.
Porque no es casualidad que la entrada del fondo activista Amber se haya producido a una semana de la Junta de Accionistas y, sobre todo, cuando Marc Murtra todavía no ha logrado concentrar todo el poder de la compañía. En otras palabras, todo parece indicar que la entrada de Oughourlian no la ha buscado Moncloa.
Basta recordar el papel desempeñado por este franco-armenio en Francia, concretamente en el grupo Lagardère, fundado por Jean-Luc Lagardère en 1996 y cuyos negocios principales son los medios de comunicación y la industria aeroespacial, concretamente la de Defensa. Oughourlian llegó a tener el 17,5% de Lagardère y montó el lío, acusando a Arnaud Lagardère de mala gestión y exigiendo su destitución. Al final, el que se marchó fue él tras vender su participación a Vivendi, en 2021, por 600 millones de euros.
Antes de eso, en 2018 entró en el capital de Suez justo cuando la compañía tenía que tomar decisiones cruciales para su futuro, entre ellas, qué hacer con la española Agbar, que recomendó vender. Al final, no le hicieron caso.
Lo cierto es que allá donde va, Oughourlian monta el lío. Y resulta cuanto menos intrigante que su irrupción en INDRA se produce tras el portazo del Gobierno Sánchez a Airbus y su determinación para convertir a INDRA en el campeón español de Defensa y, por qué no, en uno de los principales grupos europeos de Defensa, en un momento extremadamente crítico por la guerra de Ucrania.
Y resulta todavía más inquietante no saber quién está detrás de este franco-armenio, detrás del hoy presidente de PRISA, Oughourlian.