MasOrange, producto de la fusión entre MásMóvil y la francesa Orange España es una fusión colgada de un problema: la elevadísima deuda. El CEO, Meinrad Spenger, hizo una gran operación al fusionarse con uno de los principales operadores de bandera de Europa pero una operación que, para él, tiene un plazo fijado, hasta 2027, en que lo más probable es que abandone la compañía en manos francesas y haya revalorizado su inversión y su gestión.

En esta tesitura, se entiende que el pasado martes se anunciara un ERE -voluntario, ciertamente, como el de Telefónica- que afecta a seis de las filiales del Grupo. El objetivo es despedir al 16% de la plantilla, que elevado el porcentaje al conjunto del grupo, da esta ecuación: reducir la plantilla en 800 personas, casi el 10% del total de trabajadores.

Y así... el martes bramaban en Moncloa y en el Departamento de José Luis Escrivá. Entiéndase: la fusión de MasOrange no recibió pegas por parte de las autoridades españolas. El regulador se comportó con exquisita elegancia, como dicen en Telefónica, demasiado exquisita. Compromisos de inversión un tanto vacíos y promesas de mantenimiento de los puestos de trabajo.

Sí, compromisos de inversión tan vacíos que, aunque se hable de la dedicación de más de 4.000 millones de euros en dos años, lo cierto es que había que restar a esa cifra los acuerdos de utilización conjunta de red con otras compañías, que sólo pueden interpretarse como una desinversión, con el añadido de que la concesión de espacio radioeléctrico por parte del Estado no se devuelva al Estado sino que se pueda vender a un tercero. Spenger no podrá decir que el Gobierno español, tampoco Bruselas, puso pegas a la fusión, todo lo contrario.

Pues bien, ahora el Gobierno Sánchez, el regulador último de la operación, se siente engañado por MasOrange, como se sintió engañado por Zegona cuando adquirió Vodafone: apenas os pongo condiciones de fusión y os aprovecháis, una vez conseguida esa fusión, para armar despidos masivos y reducir plantilla en el sector.

Al parecer, la dureza regulatoria del Gobierno se circunscribe a Telefónica, de la que ahora -¡Qué cosas!- resulta que es socio.

Y todo esto, lo de Vodafone y lo de MasOrange, gracias a un ministro llamado José Luis Escrivá, muy de moda estos días.

¿Aprenderá el Gobierno Sánchez o le seguirán tomando el pelo? Porque el Sanchismo se está comportando hasta demasiado bien con las inversiones de fondos y de multinacionales extranjeras y, al tiempo, con una extraordinaria dureza con la empresa española, con las grandes y, aún más, mucho más, con las pequeñas.

Yo comprendo a Meinrad Spenger. Es un hombre de fondos, para quien lo importante es optimizar el capital y obtener un adecuado, y rápido, retorno de la inversión. Y eso lo hace estupendamente. Ahora bien, ante este tipo de capitalismo, se supone que el contrapeso es un regulador que defienda los intereses del consumidor, ya saben, del pueblo, un segundo Speinger que obligue al primero a que el retorno de la inversión no atente ni contra el usuario ni contra la plantilla. Y eso es lo que no encuentro.

Escrivá: primero te ha tomado el pelo Zegona-Vodafone y luego MasOrange. Y ahora, de nada sirve cabrearse.