Chesterton escribió lo siguiente en uno de sus artículos: “Los estadistas ingleses, a menudo, han ofrecido a la nación pensiones de jubilación. La nación, generalmente, ha respondido ofreciendo una pensión de jubilación al estadista”. 

Eran los tiempos en que al matusalénico premier William Gladstone, que no se jubilaba a pesar de gobernar el mayor imperio del mundo, el pueblo le cantaba aquella frase bíblica de “el anciano soñará sueños”, con cierto ambiente de pitorreo. Y es que el bueno de Guillermito seguía al frente del Imperio con 84 años de edad, seguramente con la única intención, muy loable, de ahorrarle una pensión al erario de la Commonwealth. ¿Acaso ‘commonwealth’ no significa mancomunidad, esto es, riqueza o fortuna común?

Pues bien, un siglo y cuarto después, la mayor ilusión del británico y del español es jubilarse cuanto antes. El único que rechaza la jubilación temprana es Pedro Sánchez. Se ve que le gusta su oficio.

En lugar de exprimir al empresario y al trabajador de hoy y convertirnos en los campeones del paro en toda la UE y la OCDE, ¿no sería más lógico eliminar las cuotas sociales para salarios de menos de 1.500 euros?

El Gobierno ha decidido subir las pensiones con el IPC para 2025, un 2,8%. A mí me parece estupendo y, sobre todo, merecido, Ahora bien, ¿quién va a pagar eso? Cada nómina de las pensiones nos sale por 13.000 millones de euros, multiplicado por 14 pagas anuales. Y eso sólo las pensiones contributivas.

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Todo ello en medio de una mentira continua: el Ministerio de Seguridad Social, regido por la sonrisa siniestra de Elma Saiz, nos recuerda un lunes que los ingresos por cotizaciones sociales han subido... y 48 horas después nos anuncia un nuevo crédito del Estado a la Seguridad Social para pagar las pensiones. Traducido: los ingresos por cotizaciones suben. Claro, no hay más que subir las cuotas que pagan los empresarios y en mucha menor medida, los trabajadores. Subes los impuestos, los ingresos... y aún así no hay para pagar las pensiones y hay que imponer nuevos gravámenes al ciudadano.            

Ahora, los jóvenes entran en el mercado laboral y ya están pensando en la jubilación. Somos una generación de vagos, que ha olvidado el viejo ideal de morir con las botas puestas                                                                                                                                                                          

Día a día, el Estado se ve obligado a realizar nuevas transferencias a la Seguridad Social para poder pagar las impagables pensiones de una sociedad envejecida. De colofón, Sánchez presume de que tenemos la ‘hucha’ de las pensiones, que no da ni para dos pagas de los jubilados. 

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A ver si nos caemos del guindo: ¿acaso no veis lo que se nos viene encima? Antes la gente quería morirse trabajando y, cuando no podían, entraba en juego la familia. Lo privado siempre es más eficaz que lo público y lo pequeño es más eficaz que lo grande. Ahora, los jóvenes entran en el mercado laboral y ya están pensando en la jubilación. Somos una generación de vagos, que ha olvidado el viejo ideal de morir con las votas puestas.

Más: en lugar de exprimir al empresario y al trabajador de hoy a través de las elevadas cotizaciones sociales, que nos han convertido en los campeones del paro en toda la UE y la OCDE, ¿no sería más lógico eliminar las cuotas sociales para salarios de menos de 1.500 euros?

Y ponga en marcha, de una puñetera vez, la prestación social más importante, la que no existe hoy: el salario maternal. Es preciso aumentar la natalidad como sea

Es más, la regulación laboral tiene que dar un vuelco: la única reforma posible, si no queremos que la economía europea se vaya al garete, es esta: despido libre, impuestos bajos, salarios dignos. ¿Eso exigiría reducir el estado del Bienestar? Por supuesto que sí, pero se alcanzaría el pleno empleo y se reduciría el gasto en pensiones.

Eso es lo importante, lo urgente es retrasar la edad para convertirse en clase pasiva: mientras tanto, no mienta usted a la gente y retrase la edad de jubilación: 70 años para las profesiones manuales y 75 para las intelectuales. 

Y ponga en macha de una puñetera vez, la prestación social más importante, la que no existe: el salario maternal. Es preciso aumentar la natalidad como sea.