Esta semana se ha aprobado la ley de Amnistía, algo que han celebrado, sobre todo, los partidos independentistas catalanes Junts y ERC, que están entre los principales socios de Pedro Sánchez para mantenerse en La Moncloa. Sin embargo, ante esta relación cabe poner encima de la mesa un asunto no menor… y menos de cara al futuro energético de Cataluña, que tiene un grave problema por la obsesión antinuclear de la vicepresidenta ecológica Teresa Ribera (ahora muy centrada en su papel como cabeza de lista del PSOE a las elecciones europeas del 9-J), porque los reactores Ascó I, Ascó II y Vandellós II aportan el 59% de la electricidad de la región.
En total, generan el 8,8% de la demanda de energía eléctrica de España. Lo hacen con más de 30 millones de euros de inversiones al año por planta que se destinan a la mejora y modernización de las instalaciones y los sistemas, así como a la renovación de sus principales componentes. Así lo ha señalado la Asociación Nuclear Ascó Vandellós II (ANAV), una agrupación de interés económico que opera los tres reactores catalanes y está participada por Endesa e Iberdrola, y también ha destacado que este “esfuerzo continuado desde hace décadas hace que a día de hoy la mayor parte de componentes de las centrales ya no sean los originales. Además, ha protagonizado un completo proceso de relevo generacional, por el que la generación que puso en marcha y operó las plantas durante sus primeras décadas de funcionamiento ha ido dando paso a un actual equipo humano que, a sus 46 años de edad promedio, se siente plenamente preparado para afrontar los retos que depara el futuro”.
Desde que entraron en operación Ascó I, Ascó II y Vandellós II han generado 875.000 GWh, es decir, el equivalente al consumo de 18,8 millones de hogares españoles durante más de 13 años; y han evitado la emisión de 575 millones de toneladas de CO2
Todo esto supone una muestra más de que están en excelentes condiciones para seguir operando más allá de octubre de 2030, septiembre de 2032 y febrero de 2035, respectivamente, que son las fechas recogidas en el calendario de cierre nuclear progresivo que pactó Ribera con las propietarias (Iberdrola, Endesa, Naturgy y EDP) en 2019. Sin embargo, desde entonces ha cambiado mucho el panorama por varios aspectos: la pandemia del Covid-19, la crisis de chips, los problemas en la cadena de suministro, la guerra de Ucrania, el conflicto entre Israel y el grupo terrorista Hamás en Gaza, etc.; el concepto de la autonomía energética ha cobrado mucha más importancia y se ha convertido en un aspecto geoestratégico; y la cifra de 40 años de vida útil en una central nuclear ha dejado de ser relevante por las inversiones en su continua mejora y de hecho, los reactores de EEUU tienen licencia para operar a 60 años y algunos cuentan autorización para hacerlo hasta los 80.
Por todo esto, cada vez son más las voces que apuntan a que se debe rectificar el adiós nuclear en España. Entre las últimas está la consultora y auditora estadounidense PricewaterhouseCoopers (PwC), que ha señalado que prescindir de la energía nuclear a medio y largo plazo es emitir más y comprometer el suministro. Así lo afirmó Óscar Barrero, socio director de Energía de PwC, y ojo, porque lo hizo días después de que Redeia tuviera que detener el suministro a la gran industria... para evitar un apagón. Y es que no hay que olvidar que España necesita invertir en redes, sí o sí.
Volviendo a los reactores catalanes, cabe destacar que desde que entraron en operación Ascó I, Ascó II y Vandellós II (diciembre de 1984, marzo de 1986 y marzo de 1988, respectivamente) han generado 875.000 gigavatios-hora (GWh), es decir, el equivalente al consumo de 18,8 millones de hogares españoles durante más de 13 años. Asimismo, han evitado la emisión de 575 millones de toneladas de CO2, lo que equivale a más de dos años del total de emisiones de gases de efecto invernadero que se producen en España. En esta exitosa historia de aportación de electricidad a España, y especialmente a Cataluña, Ascó I acaba de marcar un nuevo hito: ha alcanzado los 300.000 GWh aportados a la red eléctrica, siendo el cuarto reactor en lograrlo, tras los dos de Almaraz (Cáceres) y el de Cofrentes (Valencia), y lo ha hecho nueve meses después de haber cumplido 40 años de operación y funcionando actualmente en la llamada operación a largo plazo, y evitando hasta ahora un total de 198 millones de toneladas de CO2.
Recuerden que Ascó I es propiedad al 100% de Endesa, Ascó II tiene como dueños a Endesa (85%) e Iberdrola (15%), y Vandellós es de Endesa (72%) e Iberdrola (28%). Desde la primera, la energética controlada en un 70% por la italiana Enel sí se ha hablado más abiertamente de la nuclear: hace unos meses, José Bogas, CEO de Endesa, afirmó que el plan ecológico de Ribera es imposible de cumplir y mucho menos si se cierran las nucleares, y casi mes y medio después, insistió en que se alargue la vida de las nucleares, aunque para Almaraz no había tiempo. En esto último discrepa Ignacio Araluce, presidente de Foro Nuclear (la asociación que representa a la industria nuclear española), que no da por perdida la mayor empresa de Extremadura y considera que “está mucho mejor que antes”, y también Rafael Campos, director de la central de Almaraz, que afirma que “para hacer bien las cosas, hay margen hasta el primer trimestre de 2025” de dar marcha atrás, aunque también se podría hacer “en plan límite, hasta el día anterior”. Por su parte, desde Iberdrola se habla mucho más de las renovables y poco de la nuclear... y no lo hace su presidente ejecutivo, el ‘feminista’ Ignacio S. Galán, sino el CEO de Iberdrola España, Mario Ruiz-Tagle, quien el pasado septiembre no veía tan claro el cierre nuclear y señalaba que “debía ir acompañado de inversiones en tecnología de reemplazo”.
Paralelamente, la consultora Bain & Company ha apuntado al “creciente interés” por la nuclear y a que los fondos de pensiones y de infraestructuras, así como otros inversores institucionales e inversores privados, son cada vez más favorables a financiar proyectos nucleares. Su asociado Álvaro Polo ha referido que “triplicar la capacidad nuclear para 2050 (como pactaron 22 países en la COP28) puede parecer un objetivo ambicioso, pero es un buen catalizador para acelerar el crecimiento de esta industria en los sectores público y privado” y “el apoyo de los gobiernos será crucial para establecer alianzas y facilitar la financiación de los nuevos proyectos nucleares”. El informe de Bain & Company también ha apuntado que el sector nuclear deberá competir por atraer y retener el talento en un contexto de escasez global, y que tendría un potencial de 5 millones de empleos de nueva creación, de los que muchos no estarían directamente ligados a la industria nuclear en sí, sino a la construcción o la gestión de proyectos. Eso sí, la consultora no está del todo acertada al apuntar que muchas instalaciones nucleares están envejeciendo, especialmente, en las economías avanzadas, donde las centrales tienen una media de 39 años, porque como se puede comprobar en el caso español las inversiones que se hacen anualmente permiten que hoy nuestros reactores estén en excelentes condiciones para seguir operando muchísimos años más.