Soplan nuevos aires, nunca mejor dicho -por aquello de la eólica-, para una transformación del sector energético español. La inquietante transición energética impactará de lleno en las tres grandes eléctricas, Iberdrola, Endesa y Gas Natural, también en la cuarta y en la quinta, EDP y Viesgo, y en las dos petroleras, Repsol y Cepsa.
Todas tendrán que poner de su parte ante las nuevas metas, europeas o del Gobierno español, para impulsar las energías renovables, pero sin que se hayan definido aún puntos esenciales como el reparto de cargas en el mix energético o la realidad sobre las emisiones de gases de efecto invernadero.
Las visiones de esos problemas cambian según quién lo mire -todos tienen mucho que perder o ganar- en ese doble juego, con resultados desiguales hasta en los informes sobre el cambio climático. Significativos son, por ejemplo, algunos de los datos del último informe World Energy de BP, con la revisión estadística a 2018, presentado esta semana. El título es ilustrativo: Dos pasos adelante, un paso atrás.
Todos tienen mucho que perder o ganar en la transición energética, con resultados desiguales hasta en los informes
Apunta una mejora de la eficiencia energética en la actividad industrial de los países de la OCDE, mientras en China ha aumentado, por primera vez en cuatro años, el consumo de carbón, la fuente más contaminante de todas. El presidente de Repsol, Antonio Brufau, se quejaba en la última Junta de Accionistas de la petrolera que poco se puede hacer contra el cambio climático si China no hace nada contra el carbón porque es el responsable del 23% de las emisiones contaminantes mundiales.
El estudio de BP añade otro dato relevante: el crecimiento del 17% en 2017 de las energías renovables en el mundo -sobre todo eólica y solar-, por encima de la media de los últimos diez años, pero también las emisiones de carbono. En concreto, un 1,6%, después de un crecimiento escaso o nulo entre 2014 y 2016.
Las energías renovables centran el debate en Europa, que se ha marcado la desaparición total del carbón gracias a ellas, pero aportan sólo la mitad del crecimiento de generación de energía, prácticamente lo mismo que el carbón (+49% frente a +44%, según BP).
Son datos, en fin, que ayudan a una reflexión pelín más profunda que el pobre análisis que ofrece el político de turno, la misma semana en la que, ¡oh cielos!, se ha concretado el acuerdo europeo (Parlamento, Consejo y Comisión) para que el 32% de la energía sea de origen renovable en 2030. Es una meta ambiciosa (antes estaba en el 27%), con una cláusula de revisión al alza en 2023, incluso.
El acuerdo europeo para el 32% de renovable en 2030 es beneficia al sector y nadie quiere queda fuera
Nada se dice sobre el petróleo o el gas, cuya producción y consumo, según BP, siguen donde estaban, subiendo. En el primer caso, más o menos en línea con otros años. En el caso del gas natural, el consumo ha crecido un 3%, el más reseñable desde 2010.
La eléctrica de Sánchez Galán ha sido la primera en saludar el acuerdo europeo. Para Iberdrola, el acuerdo “es una gran oportunidad para la industria europea y nos permite avanzar en una transición justa hacia la descarbonización de nuestra economía”.
España quería ir más lejos todavía, hasta el 35%, como avanzó Teresa Ribera, la nueva ministra de Transición Ecológica, al confirmar un cambio de posición con el que “España deja de ser un lastre” contra el cambio climático. Sea como sea, el sector parte ahora con ventaja por el apoyo decidido de Ribera. La prueba está en la euforia de las renovables en bolsa.
España, no obstante, ha cumplido hasta ahora deberes, no así otros países europeos, y parte ahora con ventaja. Se podría concluir también, paradójicamente, que España ha sido el tonto más aplicado, aunque no está garantizado el cumplimiento del 20% de renovable en 2020 (ahora está en el 17,3%). En ese nuevo escenario no se esperan cambios a corto plazo para elevar la capacidad de las renovables, tampoco de recortes bruscos en las retribuciones a final de año y se limita la expectativa de un impacto de los cambios regulatorios. En suma, el sector está feliz.
La supresión del ‘impuesto al sol’ puede quedar en el único logro de Sánchez, sin dar una solución a la nuclear y al carbón
Quedan, sin embargo, muchas lagunas en esa transición energética, que afectan a las cinco eléctricas y a las dos petroleras.
La Fundación Renovables, por ejemplo, considera el acuerdo de marca “una meta poco ambiciosa e insuficiente para combatir el Cambio Climático y la dependencia energética”, como ha señalado en un comunicado. Es la misma voz que denuncia con alguna frecuencia que España ha perdido el tren de las renovables al que subió hace años, sin poner de relieve el agujero que dejó en términos del déficit de tarifa.
Pero la verdad es que ni hay ni se vislumbra una ley de cambio climático y transición energética, en la que se pongan negro sobre blanco tanto la realidad energética española (una isla dependiente del exterior) como las metas medioambientales para medir el recorte de los gases contaminantes. Son palabras mayores por el consenso parlamentario que exige y no hay.
El PSOE corre con un peligro: la supresión del impuesto al sol, para favorecer el autoconsumo, pero no poder hacer mucho más. Para dar ese paso prometido tiene ya el aval de Europa.
Pero no ocurre lo mismo con el melón abierto por la propia Teresa Ribero sobre el futuro de la energía nuclear, con las seis centrales abiertas en estos momentos, o las térmicas de carbón.
Ribera ha hablado de la caducidad de las dos fuentes, pero sin dar detalles de una fecha de caducidad de las térmicas ni de fechas para no alargar a 40 años de vida útil de las nucleares. Tampoco sobre las renovaciones, ni de recambios al 21,7% de la demanda que cubren con su producción y sin contaminar (son una energía limpia, a diferencia de las térmicas de carbón). Y tampoco de alternativas a la rebaja fiscal que plantean Endesa, Iberdrola y Gas Natural para que sean rentables.