Vivimos en una especie de espejismo, con una economía que sigue creciendo a buen ritmo, aparentemente, pero olvidamos que venimos de una caída histórica y obligada de la actividad, sobre todo en España, el país con el confinamiento más estricto -por cierto, inconstitucional- y, al mismo tiempo, con más muertos por número de habitantes durante los primeros meses del Covid.

En otras palabras, el crecimiento actual, sustentado por el consumo que se ralentizará cuando se terminen los ahorros, no ha compensado, ni de lejos, la caída anterior. Estamos aún muy lejos y para más inri, este martes hemos conocido los peores datos del paro de un mes de julio. No es que la economía vaya mal, es que va peor.

En este contexto en el que “la economía mundial se adentra en aguas tormentosas”, los bancos, que se las prometían muy felices con la subida de tipos, le están viendo las orejas al lobo y han hablado a través de la Federación Bancaria Europea (EBF, por sus siglas en inglés), que preside Ana Botín.

“La reciente decisión de política monetaria del BCE no se traducirá necesariamente en una mayor rentabilidad bancaria, ya que podría verse compensada por un mayor coste de financiación, mayores provisiones y mayores tasas de incumplimientos de algunas empresas”, afirmó el lunes en un duro comunicado.

No existen los beneficios caídos del cielo, como pretende hacer ver el Gobierno español. La patronal recuerda que “lo que ha sido extraordinario es el prolongado periodo de tiempo de tipos de interés negativos”, que ha provocado la caída en picado del negocio típico bancario. Un negocio que las entidades buscan emprender de nuevo.

Por eso, la EBF carga contra el impuesto extraordinario anunciado por Sánchez y deja bien claro quiénes serán los que paguen el pato: “Las directrices de la Autoridad Bancaria Europea (EBA) sobre la originalidad de préstamos indican que las entidades deben considerar y reflejar en el precio de los préstamos todos los costes relevantes, incluidos los impuestos, siendo los consumidores los que finalmente cargan con el peso de tales medidas”.

Es cierto que los bancos están mucho más capitalizados que en la anterior crisis financiera, pero recuerden: el banco bueno no es el que tiene mucho capital, sino poca morosidad. Y las previsiones económicas no son optimistas.