Javier Botín puede ser considerado como un hombre que compra empresas en dificultades. El hermano de Ana Botín, presidenta de Banco Santander, y primo de Alfonso Botín, vicepresidente de Bankinter, es una figura a tener en cuenta dentro del Banco Santander: es el director de la Sindicatura familiar presente en dicho banco, del que también es consejero, y desde 2014 preside la Fundación Botín. Asimismo, a Javier Botín también le gusta moverse en el mundo empresarial, en especial por compañías que tienen problemas: su penúltima aventura es entrar en Palacios, como en su día hizo con Vitaldent, pero la gran pregunta es si también la venderá más adelante… y dará un nuevo pelotazo, como ya se vislumbraba hace tres meses.
Palacios es un grupo de alimentación español, cuyo origen fue una carnicería familiar que abrió sus puertas en 1960 en Albelda de Iregua (La Rioja) y que más adelante, en 1983, dio lugar a la puesta en marcha de Embutidos Palacios, que un primer momento se dedicaba exclusivamente a la elaboración sarta o herradura (el que está atado de esta forma particular). Tras décadas apostando por la innovación, la calidad y la diversificación con una oferta variada de productos sin perder de vista su origen: chorizo, chistorra, pizzas frescas, tortillas, platos preparados, hamburguesas y repostería congelada (brazos de gitano, mousses, tartas, trufas, lionesas y pasteles). Productos de calidad y con una buena distribución en el mercado que le han generado una imagen muy positiva.
Como otras muchas empresas del sector de la alimentación, Palacios acabó en manos de fondos de inversión, que normalmente no se caracterizan por ser accionistas con vocación de permanencia sino que tienen un horizonte de inversión de unos cinco años: ya ha pasado por las manos de Proa Capital, Talde, Carlyle, MCH y Ardian
Sin embargo, como otras muchas empresas del sector de la alimentación, Palacios acabó en manos de fondos de inversión, que normalmente no se caracterizan por ser accionistas con vocación de permanencia sino que tienen un horizonte de inversión de unos cinco años y después buscan dar el pase y hacerlo con generosas plusvalías. En las últimas dos décadas, Palacios ha pasado por varias manos… y parece que seguirá así. Antes de 2014 era propiedad de las gestoras de capital riesgo españolas Proa Capital y Talde, ese año pasó a manos de Carlyle (el segundo accionista de Cepsa, hoy denominada Moeve), que en 2019 decidió desinvertir y dar el pase. Así entraron los fondos MCH y Ardian… y ahora, otro lustro después, los dueños actuales quieren vender y otros se preparan para entrar. Es aquí donde encontramos a Javier Botín, a través de su sociedad de inversión (JB Capital), pero no afronta la aventura en solitario, sino con más socios.
Uno es Juan María (más conocido como Jon) Riberas Mera (a través de la sociedad con la gestiona su patrimonio e inversiones), vicepresidente del fabricante de componentes metálicos para el automóvil Gestamp, del que la familia Riberas es el primer accionista a través del holding Acek; y presidente de la siderúrgica Gonvarri. Asimismo, cabe referir que el holding Acek tiene presencia en otras compañías (CIE Automotive, GAM y Global Dominion, entre otras) y además, cuenta con inversiones en el sector inmobiliario y en fincas agroalimentarias.
Otro socio de Javier Botín es Gualdalmar, el family office de la familia Sainz de Vicuña. Y entre el resto de socios no faltan, naturalmente, los fondos: el español GPF. Claro que también está Black Label, la sociedad de Alexandre Pierron-Darbonne, que también tiene cierta experiencia en comprar y vender, y con ello dar algún que otro pelotazo: lo hizo con el mayor productor de fresas y otros frutos rojos de nuestro país (Planasa) en dos etapas, primero se la vendió al fondo Cinven y después a EW Group. Eso sí, es positivo que entre los socios de Javier Botín también figure el equipo directivo de Palacios. Unos nuevos socios que planean comprar el grupo de alimentación riojano por 425 millones de euros, según avanza Expansión, tras haber obtenido 285 millones en créditos de varios bancos (entre ellos, naturalmente, está el Santander).
En los últimos años, Javier Botín ha tenido varias aventuras empresariales. Entró en ITP Aero, el fabricante de motores y componentes aeronáuticos, pero no lo hizo solo, sino con el family office Asúa Inversiones (el de la familia Urrutia). Se hicieron con el 10% del capital, pero con la llegada de Indra, vieron reducida su participación al 5%,… donde aún permanecen. Años antes, en 2016, el hermano de Ana Botín vio su oportunidad en Vitaldent, compañía especializada en servicios odontológicos, que en aquel momento tenía dificultades financieras y la Audiencia Nacional había ordenado la detención de la cúpula por presuntos delitos económicos, por lo que compró la marca y las clínicas del dueño (Ernesto Colman, que figuraba entre los detenidos); y dos años más tarde, adquirió el resto de la red de clínicas… y todo le costó 26 millones de euros. Eso sí, en 2019 lo vendió por 350 millones al fondo Advent. Un pelotazo de los grandes, pues no sólo recuperó lo invertido, sino que ganó mucho más para engordar su capital y tener liquidez para nuevas aventuras. De hecho, en la Citi madrileña hay mucho cachondeo desde entonces en torno a la figura de Javier Botín, que no es un fondo especulativo pero invierte y desinvierte a su estilo, y encima es miembro de una famosa familia de banqueros.
En los últimos años, el hermano de Ana Botín ha tenido varias aventuras empresariales: se hizo con Vitaldent y dio un pelotazo con mayúsculas; entró en ITP Aero, donde aún permanece; y ahora invertirá en Palacios
Curiosamente, desde hace unos meses y ahora se ve mucho más claro, el consejero del Banco Santander y director de la Sindicatura familiar presente en su accionariado entrará en Palacios, pero no para ponerse a producir chorizos ni pizzas ni repostería. Se trata más bien de una inversión financiera y curiosamente en una empresa con una situación económica que no es del todo buena (lleva años con deudas) y encima en el verano de 2023 sumó un problema que afectó a su buena imagen y reputación: un brote de botulismo en sus tortillas… y tuvo que retirarlas. ¿Casualidad? Ya saben que no, y menos si se recuerda al poeta, dramaturgo, filósofo e historiador alemán Friedrich Schiller, quien defendía que las casualidades no existen. Ese problema fue pequeño, teniendo en cuenta la historia y la buena calidad de sus productos, pero hizo mella… y justo un año después, los fondos que controlan su accionariado (y han cumplido su horizonte habitual de inversión) quieren dar el pase y entonces aparece Javier Botín, el hombre que compra empresas en dificultades, junto a varios socios. Todo esto lleva a recordar que en el antiguo mercado de la plata, cuando algo tenía un problema, se decía que era ‘holandés moderno’… terminología que también se usaba en el comercio de vacas jarritas… pues bien, parece que tras el problema del botulismo en sus tortillas, Palacios se convirtió en un ‘holandés moderno’, pese a la buena calidad de sus productos.