Basta echar un vistazo al mercado de vivienda en España y comprobar los movimientos y precios del alquiler o de las casas -nuevas o de segunda mano-, para constatar que los peligros de una nueva burbuja inmobiliaria no son una invención de irredentos precavidos, sino prueba de una realidad.
El itinerario, ¡qué cosas!, es el mismo que la primera burbuja, aunque no se han medido aún las consecuencias. Básicamente, consiste en jugar con un bien necesario para convertirlo en instrumento especulativo, a la caza, naturalmente, de suculentos beneficios. El protagonismo, una vez más, se los reparten los fondos de inversión de toda índole, sobre todo oportunistas y buitres.
Son los mismos fondos que llevan años sobre el terreno -comprando carteras de vivienda o suelo a precios bajos- o de nueva hornada, más reciente, que se han articulado a través de las socimis (una fórmula con el fin de cotizar con ventaja) para desembarcar finalmente con los mismos activos en la bolsa, nutriendo, dicho sea, la última fase de una espiral especulativa.
Los bancos colocan sus activos en los fondos, que compran barato y venden caro, para soltar la porquería de la burbuja anterior
No deja de ser paradójico que este fenómeno arrancara en los años 2013 y 2014, precisamente sobre las exequias de la burbuja anterior. Al fin y al cabo, la fiebre del ladrillo o la crisis posterior de las subprime -y la financiera, después- dejaron demasiado maltrechos a los bancos y para salir de la UVI han ido colocando desde entonces esos activos tóxicos a precios de ganga. Por eso están en el lado oscuro.
La prueba de la nueva burbuja, la bis, está en todos los frentes: sectoriales -nada escapa al frenesí, desde la vivienda, la promoción o el alquiler, las oficinas o los centros comerciales-, empresas, bancos y hasta la propia Sareb, el banco malo que gestiona los activos procedentes de la reestructuración bancaria, que también ha entrado en el mismo juego. Y también, cómo no, la bolsa, con una retahíla de socimis.
Significativo ha sido, esta misma semana, que la gestora inmobiliaria Haya Real Estate, que depende del fondo buitre americano Cerberus, haya paralizado, por segunda vez, su salida a bolsa (a dos días de la fecha apuntada y con el folleto aprobado desde el 25 de abril), lisa y llanamente porque no iba a conseguir el dinero que se proponía para colocar su cartera de viviendas.
No ha sido por las razones de otra gestora que tal baila, Azora, que se ha escudado en la OPA lanza por otro fondo, Blackstone, sobre otra socimi, Hispania, la misma con la que el filántropo George Soros se ha forrado y por eso ha vendido su parte.
Dice De la Serna que el sector ha aprendido de la otra crisis, mientras gestores y fondos juegan con sus activos en bolsa
Las razones de Haya Real son que el momento no lo aconseja. O sea, que los analistas le han dicho que mejor no, que espere. Ergo, buscará otro momento. A ver, si no: ¿qué mejor vía que la bolsa para quitarse de encima todo lo que ha reunido a un precio ridículo sobre el valor real?
Haya Real, dicho de otro modo, está en la última fase, de la que Soros ya se ha fugado. Y para entenderlo, basta saber que va de la mano de Cerberus, uno de los fondos más especulativos, y con un financiero al frente, Juan Hoyos, ex hombre fuerte de McKinsey, compañero de pupitre del expresidente Aznar o del ex presidente de Telefónica Juan Villalonga. Pero no es el único. Es un hombre experimentado, en fin.
La lista es larga. Pongan a un lado a los fondos, con figuras destacadas, como Blackstone, Cerberus, Apollo, BlackRock, Lone Star, Golden Tree, KKR, Castlelake, Walterfall y un largo etc.
Añadan después a los bancos, necesitados de soltar activos problemáticos para sanear sus balances, presionados también por el BCE de Mario Draghi. Ahí están todos, grandes y pequeños. Entre los primeros, Santander, que comparte su cartera de 30.000 millones con Blackstone; BBVA, que ha vendido a Cerberus 13.000 millones en activos adjudicados; Bankia, que ha encomendado a Haya Real Estate la gestión de sus activos valorados en 5.400 millones de euros, etc. Y también pequeños, como Liberbank, que este viernes daba un paso más para deshacerse de activos problemáticos a través de un acuerdo con Golden Tree, como ya hizo con Haya Real Estate o Bain Capital.
La subida de precios afecta a todo el sector, pero especialmente al alquiler de vivienda, que sube un 7,6% desde enero
Sumen, por último, promotoras como Quabit, con García Paramés, el mago que enfadó a Entrecanales; las socimis que pueblan la bolsa, con grandes, como Merlin Properties e Ismael Clemente, el gran asalariado de la propiedad inmobiliaria y, de nuevo, un largo etc.: Axiare, Hispania, Neinor Homes, Aedas.
Es el último eslabón del puzle que completa la doble burbuja, inmobiliaria y bursátil, aunque los analistas prefieren hablar, más que de burbujas, de oligopolios financieros. Claro que todo encaja para comprender, a su vez, que el mercado inmobiliario toque récords de inversión (ocurrió en 2017 y se repetirá con creces este año), mientras saltan las chispas en las subidas de precios.
Afecta a la compraventa, que se ha encarecido un 4,3% hasta abril, y especialmente al alquiler, un 7,6% más caro, lo cual plantea, naturalmente, un doble problema de acceso a la vivienda. El fenómeno se repite mientras la banca se ha ablandado en las condiciones para firmar hipotecas (hasta el 100% del precio), aunque los sueldos para cubrirlas no hayan subido, ni de broma, en las mismas proporciones.
El ministro de Fomento, Íñigo de la Serna, mientras, niega la mayor. O lo que es lo mismo: dice que de burbuja, nada, y que el sector inmobiliario ya tiene aprendida la lección de los errores de la primera burbuja. Eso sí, ha admitido que el Gobierno estudia medidas para evitar los abusos en el alquiler. O se da prisa o llegará tarde.
Eso y nada es lo mismo, porque a los fondos de inversión y a sus gestores les da lo mismo con tal de obtener grandes rentabilidades, a costa del comprador, que podrá pagar o no. Los fondos paquetizan los activos y los ponen en bolsa.
Ojo con la portuguesa EDP, sin olvidar Abengoa o Duro Felguera
Una semana más, el sector energético sigue convulso, tras la OPA de los chinos de Tres Gargantas sobre la portuguesa EDP. La ocasión la pintan en blanco para que las eléctricas entren a saco en la puja por sus activos, sobre todo renovables, teniendo en cuenta el trabajo que espera a los reguladores de los países donde opera.
Como hemos informado, el troceo de EDP despierta el interés de las electricas, como Iberdrola, Endesa y Gas Natural Fenosa, aunque Francisco Reynés sigue pendiente del plan estratégico y GNF no piensa comprar EDP, como antaño. Por cierto, Javier de Jaime y José Antonio Torre ya se sientan en el Consejo, por CVC, en la nueva etapa de la compañía gasista.
Se ha conocido también un nuevo laudo arbitral contra España por el recorte de primas a las renovables, pero no servirá de nada, de momento, porque acabará, como el resto de fallos arbitrales, en los tribunales. También recurrió en su día, como Mubadala, dueño de Cepsa, la española Abengoa, más ocupada ahora en atender a accionistas y analistas para explicar los resultados del primer trimestre, pendiente de un acuerdo con los bonistas que impugnaron la reestructuración.
Otra ingeniería, Duro Felguera, afronta ahora los mismos problemas que sufrió la andaluza. Agoniza, a la espera de un socio que aporte los 125 millones de euros, como se ve en los resultados del trimestre: la parálisis es brutal y provoca pérdidas de 16,5 millones, por la falta de liquidez y la caída en la contratación (-72%).
No pierdan la pista
Mientras en ACS ha estallado la rebelión de los accionistas contra los gestores -o sea, su presidente, Florentino Pérez-, y en Abertis, unos se van -Salvador Alemany ya se ha despedido- y otros llegan, como Fernández Verdes, presidente a la fuerza.
En FCC, finalmente, Carlos Slim arrincona a Esther Koplowitz. El magnate mexicano compra la deuda que tenía la empresaria con BBVA y Bankia. Claro, Koplowitz tiene un problema: para devolver la deuda depende del dividendo, que depende de Slim.
Otros focos de tensión en FCC están en el enfrentamiento del magnate con el fondo IFM y en Colombia con el presidente José Antonio Santos. Es la razón, esta última, que ha provocado el cese de Pedro Collado, delegado de FCC en ese país.