La evolución de la banca es tan imparable como indiscutible. Pero no, no estamos hablando de la digitalización aunque, evidentemente, tiene un papel destacado en estos momentos. Nos referimos a la banca personal y a la banca privada, las dos áreas donde las entidades se juegan su futuro.
El lógico: en estos momentos todo es banca personal y banca privada. En líneas generales, los clientes del primer grupo son los que tienen entre 100.000 y 200.000 euros de patrimonio líquido. Disponen de un gestor personal cuya labor consiste, principalmente, en aconsejar si invertir en tal o cual fondo, en renta fija, etc.
A partir de 200.000 euros los clientes pasan al grupo de banca privada, más selecto y con servicios adicionales como, por ejemplo, el derecho a ‘confesionario’ esto es, a ser recibido por el gestor personal en un despacho aparte, lejos de las miradas de la chusma que hace cola para sacar dinero del cajero.
¿Y la banca digital? Queda, precisamente, para esos ‘pobres’ que para lo único que utilizan el banco es para cobrar la nómina y gestionar los recibos. Como mucho, piden un crédito al consumo o una hipoteca.
La lucha se centra, por tanto, en la gestión de activos, esto es, en gestionar el patrimonio de los clientes, un trabajo que antes realizaban los comerciales y que ahora desempeñan los gestores. Ahí está el futuro -y el presente- del negocio. Por eso, los bancos refuerzan como sea su plantilla de gestores, si es necesario, ‘robando’ equipos enteros a la competencia.
¿Y la banca digital? Queda, precisamente, para esos ‘pobres’ que para lo único que utilizan el banco es para cobrar la nómina y gestionar los recibos. Una gestoría
El baile es constante desde principios de año. Directivos de Bankinter que hacen las maletas para irse al Santander, empleados de Banca March que se marchan a Bankinter… el movimiento ha desembocado, incluso, en la compra del paquete completo, esto es, las carteras con sus gestores incluidos.
Todo es banca privada o banca personal. Ahora bien, sobre ellas se cierne una amenaza llamada MiFID. Efectivamente, hay una medida de esta directiva europea que aún no se ha traspuesto completamente al ordenamiento español y que tiene muy preocupados a los bancos. Lógico, porque a lo que obliga es a que las entidades informen a los clientes sobre cuánto dinero han ganado con ellos.
Imagínense la escena: Juan español acude a su gestor, que le anima a invertir en un fondo estupendo que en los últimos años ha obtenido una rentabilidad del 10%. El empleado le cuenta, además, que el banco se llevará una comisión del 1%. Todos contentos. Ahora bien, imagínense el cabreo de nuestro personaje cuando un año después recibe una carta en la que la entidad le explica que el fondo ha perdido el 3% pero que el banco ha ganado igualmente el 1% previsto.