Para entender lo que está ocurriendo conviene recordar algunas fechas: en julio de 2022 Orange España y MásMóvil acuerdan su fusión. 

No es hasta casi dos años después, gran celeridad eurócrata, cuando Bruselas impone unas condiciones a la fusión que lograron sacar de quicio al presidente de Telefónica, José María Álvarez-Pallete. Y es que las condiciones de competencia suponían un aplauso en toda regla a los contrayentes. Apenas tuvieron que vender nada y parte del espectro no lo tuvieron que devolver: también lo pusieron en venta. 

En abril de 2024, ambas compañías empiezan a funcionar como una sola. El acuerdo era muy favorable a los interés de MásMóvil, propiedad de varios fondos. Por una parte, su hombre, Spenger, se convertía en el CEO todopoderoso de Masorange, la deuda consolidaba en el balance Orange y así con todo. 

¿Se habían vuelto locos los franceses? No. Simplemente, habían cedido con una condición principal: la temporalidad. En dos años, unos lo fechan el 1 de enero de 2026, otros cuando se cumplan dos años (abril del mismo año), Orange se hará con el control total, el reparto 50/50 pasará a la historia. 

Es lógico: España significa para Orange su segundo mercado, tras Francia y no está dispuesto a dejarlo escapar. Es como si Telefónica se quedara en minoría en su segundo mercado, Brasil: inadmisible.

En cualquier caso, para este bienio se le han impuesto a Meinrad unas metas muy agresivas, a conseguir sin que se pierda la unidad de la compañía -recuerden que es una empresa producto de la absorción de otras muchas-, donde uno de los problemas, sobre todo en técnicos y directivos, son las diferencias de retribución, condiciones entre unos y otros. 

Además, Spenger se ha visto obligado a reducir plantilla, algo que había prometido no hacer. En paralelo aprieta a sus proveedores más de lo que aconseja el sentido común. A cualquier precio, el margen debe mejorar.

Y todo ello con un puñado de generosos incentivos por parte de Orange siempre que, naturalmente, cumpla objetivos, lo que fuerza una gestión muy pendiente del corto plazo. Si los cumple, Meinrad podrá abandonar Masorange con mucho dinero en el bolsillo.

En este escenario surge el asunto Avatel Inveready, la sociedad que coordina José María Echarri, y donde invierten varias familias vascas, que decide hacerse con el control de este quinto, o sexto, operador español. 

Son tiempos revueltos en Masorange, producto de la fusión entre MásMóvil y la francesa pública Orange

En definitiva, tal parece que se repite el esquema MásMóvil, de rapidísimo y exitoso crecimiento, pero sin gran soporte inversor o con un soporte muy cortoplacista, el de los fondos. 

En definitiva, lo que fue MásMóvil en su inicio: un producto típico de los fondos de capital riesgo. Exitoso, sí, pero hecho para ser vendido a una teleco más grande en tamaño, lo que antes conocíamos como teleco de bandera. 

Por esto mismo es lo que han saltado las alarmas en París de la France. Ya saben: está bien fiarse pero es mejor no fiarse. Sospechan los franceses que Meinrad puede estar pensando en comenzar una nueva aventura en la trinchera opuesta, de la mano de su amigo José María Echarri, con quien empezó. Y la verdad es que prefieren tenerle con sus cinco sentidos donde ahora está y cumpliendo los objetivos marcados para este bienio de transición.