Una de las preguntas recurrentes en las presentaciones de Caixabank es su expansión internacional. ¿Para cuándo su salida al exterior, más allá de la aventura portuguesa? Y la respuesta, tanto de Gonzalo Gortázar como de José Ignacio Goirigolzarri, es la misma: no hay ningún plan de internacionalización o, al menos, no vamos a comprar bancos fuera.
Ahora bien, eso no significa que Caixabank no esté presente en otros países, además de en Portugal, donde compró, con algún que otro contratiempo, el BPI. Así, el banco catalán con sede en Valencia está presente en más de 20 países, tanto con oficinas de representación como con sucursales internacionales. En Europa, por ejemplo, está en Londres, París, Fráncfort y Milán, además de en Madrid.
Hablamos de un volumen de negocio, en estas cinco ‘sucursales’, de unos 20.000 millones de euros, gestionados con una estructura mínima de costes. Se trata, principalmente, de apoyar el negocio internacional de los clientes nacionales y el de los extranjeros en España. ¿Para qué comprar una red de oficinas si con una es suficiente?
Uno de los enclaves con más futuro, sin embargo, no está en el Viejo Continente sino en América, concretamente en México, donde Caixabank va de la mano de Inbursa, el brazo financiero de Carlos Slim. Alguno podría pensar que con el gobierno actual de Claudia Scheinbaum el futuro económico del país está más en el aire que nunca, pero nada más lejos de la realidad.
México sigue siendo el patio trasero de EEUU, con mano de obra más barata al tiempo que bien preparada, con dos mercados gigantescos -EEUU y Canadá- donde vender. A poco que el gobierno de turno no se entrometa en esa relación, la economía mexicana seguirá creciendo a buen ritmo. Con razón los bancos españoles han puesto el ojo en aquél mercado, empezando por el BBVA, cuya filial aporta mucho más de la mitad del beneficio de todo el Grupo.