El problema de las tres grandes agencias de rating, Fitch, Standard and Poor’s (S&P) y Moody’s no es que sean un oligopolio -controlan más de 90% del mercado-, sino que, al mismo tiempo que califican, por ejemplo, las emisiones de bonos, publican informes sobre si esa misma empresa es apta o no para comprar otra compañía.
El ejemplo más reciente es de Moody’s, que el lunes situó al Santander como el mejor colocado para quedarse con Banamex, el negocio minorista del Citi en México. ¿Lo ven? Las agencias ponen nota a las compañías al tiempo que dictaminan si son idóneas o no para determinadas operaciones corporativas. En este caso concreto, ¿cómo calificará Moody’s la próxima emisión de bonos del Santander? ¿Dirá que es muy arriesgada después de afirmar que el banco era el mejor situado para comprar Banamex?
Las agencias de rating tienen, además, un agravante. Si una determinada compañía rechaza sus servicios, pueden presionar con bajas calificaciones o desaconsejando su participación en operaciones corporativas. Por supuesto, no lo hacen, pero podrían caer en la tentación de hacerlo.
Es decir, hay que exigir que las ‘Big Three’ separen, por un lado, su labor de calificación y, por otra, todo lo demás. Y hasta que no lo hagan permanecerá sobre ellas una sombra de duda permanente.
Merkel lo vio y lanzó la idea de crear una agencia de calificación europea, pero finalmente se quedó en eso: en una idea. Una lástima.