El impuesto extraordinario a los bancos que pretende recaudar 1.500 millones de euros anuales, durante dos años, y que ha sido una de las medidas estrella anunciadas por Sánchez este martes, solo lo conocía la vicepresidenta primera Nadia Calviño. Ni siquiera la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, que algo tendría que decir sobre el asunto, sabía de la medida 24 horas antes de comenzar el Debate.

Y si en el Gobierno no lo sabían, imagínense en los bancos. La medida ha pillado por sorpresa a todo el sector, patronal incluida. Y qué decir de los inversores, que han huido despavoridos provocando una debacle bursátil difícil de olvidar.

En definitiva, el mago Sánchez se ha sacado de la chistera una medida populista que no beneficia a nadie y que castiga sobremanera a unas entidades que ya soportan un impuesto de sociedades cinco puntos superior a la media europea y que, por tanto, este nuevo impuesto les resta competitividad respecto a sus colegas continentales.

En su réplica a Santiago Abascal, el presidente ha insistido en su mentira asegurando que las entidades ya dispararon su beneficio en 2021 y 2022 por el cambio de rumbo del BCE. ¿Cómo es eso posible si ese cambio ha comenzado en este mes de julio? No esperen respuesta. El presidente miente por sistema o, si lo prefieren, no dice toda la verdad, que es la peor de las mentiras.

Así, también aseguró que los bancos engordaron de manera sobresaliente sus beneficios en 2021 respecto a 2020. Claro, don Pedro, porque en 2020, año pandémico, perdieron miles de millones por las elevadísimas provisiones que tuvieron que hacer.