En 2010, el cociente entre deuda pública y PIB del G-7, los siete países más poderosos del mundo, era del 112%. En 2020 -obsérvese que no incluyo el coronavirus- la deuda de los siete había subido hasta el 120%.
Ahora pongan esta evolución en contraste con uno de los principios de los cabezas de huevo del Fondo Monetario Internacional (FMI), que de deuda algo saben, que reza así: todo país con una deuda pública que supere el 93% del PIB está llamado a hacer crisis.
Y puestos a hablar de cabezas de huevo, habrá que recordar el discurso, tan tremendo como silenciado, de la directora general del FMI, la jefa de todos los cabezas de huevo del orbe, Kristalina Georgieva, quien soltó que la evolución de la deuda pública en el mundo nos llebava directos a una nueva crisis económica.
No se centró en la deuda de las grandes empresas privadas a las que ya se les ha olvidado aquel paraíso perdido en que las compañías grandes hacían lo mismo que las pymes y las familias: invertir los fondos propios, no invertir siempre con deuda, por muy bajos que estén los tipos. Recuerden: la felicidad, para individuos, familias, empresas y naciones, consiste en ganar 20 chelines y gastar 19. Los problemas comienzan cuando se ganan 20 chelines y se gastan 21.
Mientras, Europa, gastando lo que no tiene y recortando libertades a costa de subir la presión y, sobre todo, el esfuerzo fiscal individual
Pues bien, Georgieva ha recordado, también, en la misma Reunión de Otoño del FMI (mes de octubre) que el porcentaje ideal de deuda pública de un país es el 0%. Vamos, no tener ni una obligación, ni una letra del Tesoro, ni un bono, ni a corto ni a largo plazo: nada. Que los Estados carezcan de deuda pública, que los Estados... al igual que hacen familias, autónomos, profesionales y pymes no gasten un chelín más de lo que se ingresa.
Las grandes empresas no lo hacen porque siempre hay alguien dispuesto a prestarles dinero. Los Estados, la mayor de las empresas, porque siempre hay un mercado dispuesto a comprarle el bono. Y si se asfixia financieramente, pues el Gobierno les sube los impuestos a sus ciudadanos y a correr.
En resumen, que Occidente se ha emborrachado de deuda. Es necesario una drástica política de austeridad o un jubileo de deuda, que pagarán los más débiles, el Tercer mundo... como siempre.
Mientras, hacemos lo contrario. Europa, gastando lo que no tiene y recortando libertades a costa de subir la presión y, sobre todo, el esfuerzo fiscal individual. Esto marcha.