Sin tiempo para digerir los test de estrés climáticos que comenzaron en enero de 2022 y que todavía no están bien definidos, el BCE -en Fráncfort se deben aburrir mucho- ha lanzado los primeros exámenes de ciberseguridad, que tendrán dos partes: un test sobre sus protocolos internos y un simulacro de ciberataque a gran escala.

De momento, la segunda parte, sin duda la más dura, será sólo para una veintena de entidades, entre las que están las españolas Santander, Caixabank y Cajamar. El examen tipo test lo deberán cumplimentar más de 100 bancos europeos. Los resultados se conocerán en junio.

Más allá de la necesidad o no de comprobar la capacidad de los bancos para repeler ciberataques, lo cierto es que la nueva cruzada del BCE añade todavía más burocracia y, por lo tanto, exigirá a las entidades más recursos para cumplir con una regulación que parece tener límite y que terminará ahogando el negocio clásico bancario.

En otras palabras, a partir de ahora no bastará con fijarnos en la calidad de los préstamos o los activos y si el banco es eco-friendly o no, sino que habrá que estar muy atentos a su capacidad para resistir ciberataques. Y cuanta menos resistencia, más recursos propios.

Esto marcha.