La fusión Orange-MásMóvil se encontró con diversos obstáculos que retrasaron la firma del acuerdo. Primero fue asumir la gigantesca deuda de MásMóvil -7.700 millones de euros- en un entorno de subida de tipos de interés, para más tarde dar paso al macro crédito de 6.500 millones, pretendido por las partes para cobrar un dividendo de 4.000 millones. De locos.
Ahora, tras el pistoletazo de salida a la operación, surge la primera controversia: quién mandará en la compañía participada a partes iguales por ambas telecos, una vez que obtenga el visto bueno de Bruselas.
Hablamos, por un lado, de los fondos Providence, Cinven y KKR, que confían en Meinrad Spenger y, por otro, del accionista de control de Orange (23%), que no es otro que el Estado francés. El Ceo de MásMóvil asegura que el bastón de mando le corresponde a él, pero en París no dicen lo mismo. Además, la nota difundida el pasado 23 de julio con motivo de la firma habla de “igualdad de derechos de gobernanza”. El lío está servido.
Se trata de una operación hiperapalancada, que no llega en el mejor momento por la subida de tipos del BCE, como hemos señalado antes. Claro que Orange puede asumir una deuda de 7.700 millones, pero en el entorno actual tendrá que pagar bastante más por ella. ¿Quién decidirá entonces qué inversión realizar o qué préstamo solicitar, Meinrad o París?
Los fondos, por su parte, a lo suyo: dan palmadas con las orejas porque con el dividendo extraordinario de 4.000 millones habrán recuperado la inversión, incluso obtenido plusvalías. A partir de ahora, todo será beneficio.
La fusión presenta sinergias importantes, es cierto, pero habrá que esperar al dictamen de Bruselas. El mercado español sigue siendo referencia en cuestiones de competencia y no se pueden descartar condiciones restrictivas para dar el visto bueno a la fusión.
Sea como fuere, la operación es positiva para ambas compañías: Orange España estaba en baja y MásMóvil había agotado su modelo de crecimiento.