La economía siempre ha constituido el mejor termómetro del estado anímico y de la salud psíquica de los pueblos. Pues bien, la economía nos asegura que el hombre actual tiene miedo y sufre locura.

El miedo se concreta en que el precio del oro está en máximos históricos, con su subidón de 2024 ,que le ha situado por encima de los 2.350 euros por onza. Si lo quieren en cifras redondas, el oro ya ha superado los 2.500 dólares la onza.

Es decir, que el mundo tiene miedo al futuro, ojo, al futuro próximo, y cambia su dinero por oro en la curiosa convicción, aunque convicción histórica, lo reconozco, pero igualmente absurda, de que el oro nunca perderá su valor.

Digo curiosa porque en la era de los mercados financieros y de la inacción productiva (de ahí la inflación que nos asola), el peligro no es que no se ahorre sino que el ahorro sirva para bien poca cosa y se diluya de la noche a la mañana, especialmente cuando vivimos una situación bélica generalizada, que bien puede reducir el valor de los mercados a nada.

Los mercados financieros, también el oro, tienen un peligro que apenas se considera en momentos de 'normalidad': el fantasma de la vuelta al trueque. ¿Es imposible una vuelta, al menos parcial, al trueque? Desde luego, a los ministros de Hacienda no les conviene pero yo recuerdo que vivimos un momento histórico muy especial y que el peor enemigo de los mercados especulativos, perdón, financieros, es el trueque.

Además de miedo el mundo sufre locura. Junto al récord del oro, se da otro récord, el de esa curiosa moneda matemática que es el bitcoin. En Hispanidad, siempre nos hemos posicionado contra el bitcoin y siempre hemos apuntado las dos mismas razones: ¿Quién responde del del bitcoin y para qué sirven el bitcoin y el resto de criptomonedas?

Las cripto no tienen bancos centrales que respondan por ellas aunque sí muchos bancos privados chiflados que especulan con ellas. Pero, lo más importante: si las criptomonedas desaparecieran mañana, si su valor pasar a ser cero, ¿a quién podrían reclamar sus titulares? Desde luego no a la soberanía de los Estados, como ocurre, mal que bien con las monedas tradicionales. Y en cualquier caso, si una moneda no sirve como instrumento de intercambio de bienes y servicios, ¿para qué puñetas sirve?

Por tanto, estamos ante una humanidad que tiene miedo y se refugia en el oro, pero también en una sociedad que sufre chifladura y, en lugar e invertir su riqueza en el bien común, el único modo de acrecentar esa riqueza de forma razonable, prefiere operar en el aire, como un trapecista que no prescindiera sólo de la red, sino también del trapecio.

Un mundo miedoso y loco. Por lo demás, todo va bien.