Un poco de contexto nunca está de más: en 1976, Jerome Kohlberg, Henry R. Kravis y su primo hermano George R. Roberts fundaron Kohlberg Kravis Roberts & Co, más conocido como KKR, actualmente uno de los fondos de inversión más importantes y activos del planeta.
Unos años antes, a finales de los 60, Kravis coincidió con un tal César Alierta, en la Columbia Business School, donde ambos, además de cursar un máster en administración de empresas, forjaron una profunda amistad que ha perdurado a lo largo de los años.
Y esto resulta muy bello e instructivo por cuanto explica, al menos en parte, la participación de KKR en operaciones de Telefónica, sin contar con la colaboración del fondo en las emisiones de deuda de la teleco. KKR, por ejemplo, compró a finales de 2017 el 40% de Telxius, que vendió a principios de este año a American Tower con una elevada plusvalía. Y tras las torres de Telxius, el fondo insiste ahora en mostrar su interés por el negocio de cable submarino de la teleco.
Estos son los antecedentes del interés del fondo por Telecom Italia, donde ya estuvo la Telefónica de Alierta. Operación que ha puesto a la teleco española en el mercado frente a Deutsche Telekom.
¿Permitiría Pedro Sánchez la toma de control del operador por parte de la teleco alemana o de un fondo extranjero? Por supuesto, aunque a cambio exigiría, por ejemplo, el apoyo de Europa a su Gobierno y a los PGE a pesar de las exigencias de Brusela para entregar el dinero comunitario para la recuperación.
En cualquier caso, Sánchez ni quiere ni puede vetar la toma de control de Telefónica por un fondo o una compañía extranjera, por mucho que pretenda ampliar el plazo del blindaje anti-opas aprobado para impedir precisamente eso, la toma de control de empresas españolas por extranjeros aprovechando la crisis del coronavirus.
La influencia de Sánchez en el exterior es similar al peso de una hormiga, con permiso de las hormigas. Nada que ver con la de otros colegas suyos como Merkel, Draghi o Macron. Efectivamente, Sánchez forma parte del juego de la masonería europea, pero nada más. Participa, pero solo lo que le permiten, incluso en España. A Sánchez -¡Mecachis, qué guapo soy!- solo le importa seguir en La Moncloa. Que el resto de Europa le ninguneé sólo le afecta en cuanto supone un golpe a su ego personal.