Digi se ha consolidado como el quinto operador en España, que pasará a la cuarta posición cuando se materialice la fusión Orange-MásMóvil. Su crecimiento está siendo espectacular gracias, en gran medida, a la imposición de la CNMC que obliga de Telefónica, considerado el operador incumbente, a ofrecer un precio tasado por su infraestructura. Sí, también está desplegando fibra propia, pero no podría hacerlo a la velocidad actual si no fuera por el acuerdo con Telefónica.
El crecimiento en clientes ha sido vertiginoso durante los seis primeros meses del año, según la compañía, que este lunes presentó sus resultados semestrales. Más de 251.000 clientes nuevos de móvil, 139.000 de fibra y 44.000 de fijo, que permiten a la teleco alcanzar los 5,7 millones de clientes en España. El crecimiento fue del 33% respecto al mismo periodo de 2022, sin duda propiciado por sus agresivas tarifas low cost.
Ahora bien, ese modelo de crecimiento no sale gratis. Los ingresos en España aumentaron un 31%, hasta los 299,9 millones de euros, mientras los gastos de explotación repuntaron un 23,6% y alcanzaron los 243,9 millones. ¿De verdad la captación de clientes está siendo rentable desde el punto de vista financiero?
Pero más que las cuentas en España, el segundo mercado del grupo tras Rumanía, su país natal, las que preocupan son las cuentas del grupo, que mantienen un equilibrio difícilmente sostenible. Así, el beneficio bruto hasta junio fue de 32,1 millones, un 9,3% inferior al de junio de 2022, mientras la deuda -préstamos a corto y largo plazo- aumentó un 11,4% y ya está en los 1.317,1 millones de euros. Y sí, la mayor parte de esa deuda (1.159,6 millones) es a largo plazo, pero no deja de ser una cantidad muy elevada que habrá que devolver y con intereses crecientes tras las subidas de tipos. De hecho, durante el semestre, la compañía abonó 27 millones en intereses, frente a los 18,9 millones del año anterior.
En definitiva, las cuentas del operador, propiedad del enigmático Zoltán Teszári, y su modelo de crecimiento -favorecido por las reglas de la CNMC- siguen el modelo que ya hemos visto antes para dar otro pelotazo en el sufrido mercado español, tras el que dio John Hahn (Providence) con la venta de ONO a Vodafone, el de Leopoldo Fernández Pujals vendiendo Jazztel a Orange y el que están dando los fondos Providence, Cinven y KKR con la fusión Orange-MásMóvil.
Esta cultura del pelotazo puede parecer atractiva a más de uno, pero no conviene olvidar que nos estamos jugando el futuro de la conectividad en España, es decir, ser o no competitivos en la economía y la industria digitales. Y la cultura del pelotazo no sólo no ayuda, sino que perjudica.