El plan secreto de Teresa Ribera no sólo nos lleva a la ruina por tanto empeño verde, sino al desastre. Y es que la vicepresidenta ecológica se empeña en cerrar las centrales nucleares españolas y sólo vivir con energías renovables (en concreto, turbinas eólicas y placas fotovoltaicas), cuando aún no se ha desarrollado el almacenamiento en baterías y su única muestra es el mínimo bombeo hidráulico (aportó el 1,92% de la producción de electricidad en 2023 y supuso el 2,67% de la potencia instalada). Por tanto, ¡prepárense para apagones!
Decíamos que la soberbia de Ribera no tiene límites, porque no se ha reunido ni una sola vez con el Foro Nuclear, la asociación que representa a la industria nuclear española. Debería tomar nota del nuevo ministro de Economía, Comercio y Empresa, Carlos Cuerpo, que en estos días se está reuniendo con presidentes de los bancos y que refleja, al menos, un cierto interés por conocer a parte de su ámbito. Pero ya saben que a la vicepresidenta ecológica no le gusta reunirse con las empresas energéticas y sólo quiere hablar con ecologistas.
Y destaca su cinismo: en Europa sí ha aceptado la nuclear, llegando a referir que para lograr las emisiones neutras en carbono se puede hacer de tres maneras: con renovables, con nuclear o con ambas. España sólo lo hará con la primera y Ribera insiste en que la política energética la decide cada país
Junto a la soberbia, refleja bastante cinismo, porque en Europa sí ha aceptado la nuclear, llegando a referir que para lograr las emisiones neutras en carbono se puede hacer de tres maneras: con renovables, con nuclear o con ambas. La mayoría de países han optado por la tercera vía, pero ella se ha quedado con la primera y subraya que la política energética la decide cada país. Es más, el presidente de Foro Nuclear, Ignacio Araluce, lo ha resumido así: “Europa va por una autovía que apuesta por la nuclear y las renovables, mientras España va por la misma autovía, pero en sentido contrario al apostar por renovables sin nuclear”.
Ribera olvida el famoso trilema energético: sostenibilidad, seguridad de suministro y precio asequible. Sólo le gusta el primer aspecto, mientras que no tiene garantizado el segundo y el tercero puede verse afectado. Todo ello, por dos aspectos: su empeño en cerrar las nucleares y la falta de inversiones en una red que ya está al límite (un desastre tanto de Ribera como de la presidenta de Redeia, Beatriz Corredor). Y el cinismo y la incoherencia de Ribera son aún mayores si se tiene en cuenta que como tecnología de respaldo a las renovables contempla los ciclos combinados de gas, que sí emiten CO2.
Por mucho que se mire es incomprensible que quiera cerrar la nuclear, cuando aportó el 20,34% de la producción de electricidad en 2023, siendo la segunda fuente de generación tras la eólica, pero con muchísima menos potencia (7.117 megavatios, el 5,71% del total) y de forma mucho más eficiente y competitiva al funcionar 7.626 horas (el 87,06% del total) que las renovables; ayudó a contener el precio de la luz; y evitó 20 millones de toneladas de CO2. Pero no, Ribera insiste no sólo en liquidar la nuclear, sino en asfixiarla aún más con impuestos: ya paga 25 euros/MWh, el 35-40% de sus ingresos totales, y ahora le ha subido un 40% la tasa Enresa hasta los 11 euros/MWh.
Recuerden que el calendario de cierre de reactores se pactó en 2019 para llevarse a cabo de forma progresiva entre 2027 y 2035. Araluce ha subrayado que debe replantearse dicho cierre porque el contexto actual es muy diferente y “la mayoría de países han dado un golpe de timón para aumentar la independencia energética, asegurar el suministro y abaratar el coste”. Es más, algunos expertos del sector consideran que se podría funcionar sin Almaraz I y Almaraz II (que dirían adiós en 2027 y 2028), pero en 2030 ya empezarían a surgir problemas con la falta de Ascó I y Cofrentes, y la situación sería muy mala en 2032 sin Ascó II y en 2035 con los cierres de Vandellós II y Trillo, por lo que habría sí o sí apagones.
Respecto a las redes, no hay que olvidar que el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) contempla unas inversiones acumuladas en redes de transporte y distribución de electricidad por 53.000 millones. ¿Cuándo van a empezar? Ya está habiendo apagones y las inversiones son necesarias para conectar el gran despliegue de renovables que Ribera ambiciona, aunque antes también tiene que resolver el cuello de botella que hay en la tramitación de proyectos (algunos tardan hasta tres años en el caso de las renovables y 18 meses en los de la instalación de un punto de recarga de coche eléctrico). Y por cierto, resulta ilógico que defienda que el impuestazo energético puede ser “un incentivo para la inversión” verde porque todo impuesto desincentiva la inversión.