Pedro Sánchez mató al PSOE y lo ha recreado en Sanchismo, una casta millonaria que vive del dinero público, es decir, del dinero de los demás, y que cada día ha crecido más en número y ahora hay que colocar adecuadamente. Se trata de una casta dirigente de millonarios de hecho -no necesitan una gran patrimonio- porque usurpan a diario los bienes públicos y que se mantienen gracias a una economía subvencionada... con el dinero de los demás.
En cualquier caso, lo que Rubalcaba calificaba como Gobierno Frankenstein lo materializó Sánchez en el gobierno del Frente Popular, creado tras la alianza de socialistas y comunistas y con el apoyo de indepes, proetarras, PNV y majaderos varios del tipo Compromis. Es el Frankenstein-1, obra del famoso abrazo entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, también conocido como Gobierno Picapiedra, el momento en el que don Pedro decide gobernar España con los enemigos de España y con una línea directriz que no es otra que la mezcla de cristofobia y la cristianofobia, la maca de fábrica del profanador Sánchez.
La impronta del Sanchismo son las leyes homicidas y transhumanistas: aborto, eutanasia, la Lomloe y su educación woke, Sólo sí es sí, Bienestar Animal... todas ellas salpicadas con un subterráneo ataque a la objeción de conciencia (sin objeción de conciencia no hay libertad de pensamiento) y el imprescindible desarrollo forzado de los delitos de odio, mediante los que se persigue con penas de cárcel toda discrepancia... más una economía subvencionada en busca del voto cautivo. Aquí los eufemismos alcanzan la cima: con una digitalización utilizada para reducir la libertad -ejemplo con la prohibición cada vez más próxima del dinero público-, altos impuestos y una sostenibilidad que hace imposible el desarrollo industrial.
Mediante esta hoja de ruta, durante la pasada legislatura, el Sanchismo ha copado las instituciones y las empresas públicas.
Pero ahora llega el gobierno Frankenstein-2 que directamente va a por las empresas privadas. La fórmula es la misma pero en esta nueva legislatura tomando el control o colocando amigos, con mucho más descaro. A las fórmulas de impuestos altos y tasas especiales, de cotizaciones sociales -aún más importantes que los impuestos, ya estúpidamente altos y con una hiper-burocracia y una hiper-regulación tan inútiles como castrantes.
Es decir, con una política económica que sólo permite sobrevivir a los grandes, más bien a los enormes, generalmente las multinacionales y, sobre todo, que implica el imperio de los grandes fondos financieros, para los que las compañías no son un objetivo en sí mismas, sólo materia prima de trabajo para realizar plusvalías, si fuera preciso, desguazándolas.
Hipnotizados por el frente Popular, los empresarios españoles han callado ante todos los excesos de Sánchez y ante las mentiras sobre la economía española que propalan Calviño, Díaz y Ribera. Ahora van a por ellos
En cualquier caso, entre los fondos europeos, la economía subvencionada, los impuestos especiales en beneficio del pueblo... los principales damnificados resultan los autónomos y las pymes. El resto consiste en tomar el control de las compañías estratégicas privadas o de someterles a una esclavitud que les fuerce a elegir entre servir al Gobierno o vivir pendientes del BOE.
Hablo de los grandes bancos, sobre todo de Santander, BBVA y Caixabank. En este último, el Estado posee el 17% del capital y ninguna gana de marcharse. La parte comunista del Gobierno, por ejemplo, sigue apostando por tomar el control del 100 por 100: sueña con la banca pública y a lo mejor lo consigue vía Banco Central Europeo (BCE) y el euro digital. La parte socialista es más práctica, quiere controlarlo todo con poco dinero. Caixabank y el resto de antiguas cajas de ahorros, controladas, desde Luis de Guindos por fundaciones, son extraordinariamente sensibles al BOE.
El BBVA está acosado por el caso Villarejo, que al Gobierno Frankenstein le viene muy bien y utiliza a gusto, porque es algo que afecta al PP, no al PSOE. En el caso del Santander, cada equis tiempo, Sánchez se convierte en líder obrero y golpea a Ana Botín de forma personal, mientras la vicepresidenta primera, Nadia Calviño, lo hace de forma institucional. Pero cuidado, Ana Botín goza de un favor internacional que a Sánchez le asusta un tanto.
De las energéticas no hablemos; además del ataque personal a Ignacio Sánchez Galán a pesar de que el camaleonismo de este empresario le ha convertido en feminista y sostenible, se unen los ataques a las gasista Naturgy, a la que, desde el mismísimo Gobierno, se ha aplaudido la entrada del peligroso submarino IFM. O Endesa, donde ENEL, al ser una multinacional italiana tiene menos que presionar, pero donde se coacciona a José Bogas, su primer ejecutivo para que siga los dictados de doña Teresa Ribera.
De Telefónica mejor no hablar en materia de influencia gubernamental. Respecto al mundo del comercio, extremadamente susceptible al BOE, al Gobierno le ha dado por atacar a El Corte Inglés, a Mercadona y a Inditex. Curiosamente no a las marcas extranjeras, sino a las nacionales.
No hay obra pública así que los constructores se ven obligados a buscarse el curro fuera y alguna incluso ha dado el portazo -no lo apoyo, que conste, pero se puede entender- y se ha marchado fuera como hicieron las empresas catalanas cuando el procés: huyen de una clase política sectaria y enloquecida. Sí, el Sanchismo ha enloquecido.
Las inmobiliarias sobreviven con una ley de vivienda escrita por Podemos, que no ha hecho otra cosa que reducir la oferta y elevar los precios y en medio de una invasión okupa que los negacionistas de Moncloa no pueden ratificar porque es obra de sus socios de Podemos, ahora Sumar.
Mejor no hablar del campo, porque la industria agroalimentaria sobrevive a costa de reducir la producción.
Ojo, ya no estoy hablando de seguridad jurídica, estoy hablando de que el Frankenstein-2 va ahora a por la empresa.
En el entretanto, los empresarios, como ovejas mudas ante el trasquilador, ya veremos si no ante el matadero continúa sin hablar: no vayan a irritar a la Moncloa. Cuando quieran levantar la voz, a lo mejor no pueden hacerlo porque ya no están... o no son.
En cualquier caso, el primer objetivo del gobierno Frankenstein-2 serán Ana Botín e Ignacio Galán. A ambos les tiene muchas ganas.