Han pasado casi 14 meses desde que se produjo el asalto del PSOE a Enagás, que principalmente obligó a su presidente, Antonio Llardén, a ceder todo el poder ejecutivo al nuevo CEO, Arturo Gonzalo. Ahora, tras la Junta de Accionistas y a poco más de una semana de conocer los resultados del primer trimestre, cabe referir el pulso que hay entre ambos, porque el primero no se va... y el segundo le pide que cumpla lo convenido.
Vayamos por partes. El asalto del PSOE a la compañía transportista de gas y gestora del sistema gasista español de la que el Estado controla un 5% a través de la SEPI, también supuso la salida de la mayoría de los consejeros del PP (en concreto, de todos menos de Ana Palacio), y precisamente esta última medió, no sólo para que los peperos abandonaran el cargo sin aullidos, sino entre los socialistas Llardén y Gonzalo. El primero es un ingeniero industrial barcelonés que hasta ese momento podía presumir de ser el mejor ejemplo de cómo mantenerse al frente de una empresa pública-semipública, con el PSOE y con el PP, desde que fue nombrado presidente de Enagás en 2007. Pero el problema fue que Pedro Sánchez se sirvió de la pepera Palacio para avanzar en su colonización de las empresas públicas y semipúblicas estratégicas y colocar a los pocos que le apoyaron cuando fue expulsado del PSOE, y así ahora, puede afrontar el final de la legislatura con su ‘smart people’ bien colocada, pese a su falta de experiencia de gestión.
Según fuentes del propio Consejo, se llegó a un acuerdo no escrito por el que Llardén seguiría como presidente no ejecutivo entre seis meses y un año, aunque oficialmente fue renovado en la Junta de Accionistas de 2022, en la que también se ratificó el nombramiento de Gonzalo como CEO. Pero ya se sabe, como dice la famosa expresión, las palabras se las lleva el viento: ya ha pasado un año... y Llardén (72 años) continúa. Es más, parece que no le gusta tanto como a Gonzalo (60 años) el famoso proyecto del H2Med (que ha recibido las críticas de Greenpeace y la Fundación Renovables considerándolo “un sueño megalítico ajeno a la realidad”) y también hay cierta disputa por la representación institucional de la compañía en diversos eventos. Además, el PSOE no queda al margen de todo esto, porque Llardén se apoya en Salvador Illa, líder del PSC, y ya saben que la cuota del PSC en las empresas públicas y semipúblicas es muy importante (se puede ver en Renfe, AENA e Hispasat, por ejemplo); mientras que Gonzalo tiene el respaldo de la vicepresidenta ecológica, Teresa Ribera. Así que se podría decir que también dentro del PSOE hay cierto pulso entre el socialismo catalán y el socialismo madrileño.