"Por tantos", revista de la Iglesia Católica, lo explica bastante bien en su último número, el porqué de la asignación tributaria. Primero: la Iglesia no vive del llamado impuesto religioso sino que vive de la limosna de sus fieles. 

Por eso, la tentación primera es decir que prefiero una Iglesia pobre pero libre: que se suprima la asignación tributaria, el 0,7% del IRPF. Justo lo que apuntan todos los grupos laicistas y toda la izquierda españoles... y parte de la derecha.

Luego lo piensas un poco y concluyes: ¡y un jamón de mono! (pido perdón a los simios por este ataque inconsiderado contra sus derechos). Viene a las mientes la frase de Ortega y Gasset: "la mejor obra de misericordia es no exhibir libros inútiles". Por las mismas, conviene, y mucho, recordar las verdades olvidadas.

Porque la asignación tributaria representa la única cuota de libertad fiscal, escasísima, que posee Juan español. En otras palabras, el 99,3% de lo que pagamos en impuestos constituye un cheque en blanco que le damos al Gobierno para que haga con ello lo que le viene en gana. El pagano, el señor contribuyente, tan sólo decide sobre el 0,7% restante. Y si no decide otorgarlo a la Iglesia o a las ONG... se lo queda la ministra de Hacienda, María Jesús Montero. 'P'al pueblo', naturalmente.

No pagas más impuestos. Pero puedes elegir adónde va tu dinero... ¡en un 0,7%!

Es el único impuesto libre, en el que tú decides si lo pagas o no. El resto, el 99,3% es un cheque en blando que otorgas al Estado. Por tanto, ¡qué viva el impuesto religioso y que se amplíe a otros sectores, a otros segmentos... y a otros porcentajes!

No por razones religiosas sino por motivos fiscales.