Pactada y aprobada la reforma laboral en vísperas de Navidad, con la aquiescencia del Gobierno, que se lleva el rédito político, los sindicatos, que aumentan su poder aunque no las condiciones de vida de los trabajadores a quienes presuntamente representan y con una patronal que consigue... pues ahora mismo no se me ocurre nada pero pregunten al jefe de la patronal, un tal Garamendi.
Reforma laboral no, reformita: ni contrato único indefinido, ni rebaja de cuotas sociales ni salarios dignos.
Pero, ¿qué has firmado Garamendi? ¿Puede alguien extrañarse de que en el colectivo empresarial se alcen cada día más voces que piden el cese del presidente de la patronal?,
¿Reforma histórica? Ni tan siquiera llega a histérica. Eso sí, dará más poder a los sindicatos y, con ello, a Yolanda Díaz, pero si reduce la temporalidad, probablemente me nombren archipámpano de Ínsula Barataria y si crea un solo puesto de trabajo, cardenal de Chipre.
Eso sí, los sindicatos CCOO y UGT consiguen que el convenio del sector prime sobre el de la empresa, recuperan poder sindical, es decir, poder para la cúpula sindical que no ha dado palo al agua y que está perdiendo representatividad con el trabajador... casi tanto como la clase política lo está perdiendo con la ciudadanía.
Y si esta reformita reduce la temporalidad, probablemente me nombren archipámpano de Barataria. Si crea un solo puesto de trabajo cardenal de Chipre
Si se pretendía superar la temporalidad no se trataba de establecer una casuística que aún encorseta más el mercado laboral sino de quitar burocracia y reducir el mapa laboral a un sólo contrato, indefinido, con indemnización pactada de antemano.
Además, hay que suprimir las cuotas sociales, que es lo que provoca economía sumergida. A cambio de todo ello, a los empresarios hay que obligarles a pagar salarios mínimos -que indician el resto de salarios- dignos, suficientes para sacar adelante a una familia. Desde luego, los 950 euros al mes por cuarenta horas de trabajo semanal no es un salario digno porque no da para formar una familia.
Se me olvidaba: según Yolanda Díaz y Nadia Calviño, ambas con sonrisa eléctrica, esta es una reforma histórica. Es, en efecto, un balón de oxígeno político para el Gobierno Sánchez, es un regalo de poder para Unai Sordo y Pepe Lluis Álvarez, que, como su mismo nombre indica, nació en Belmonte, (Asturias). Recupera la ultraactividad así como el convenio sectorial, no ayuda en nada al trabajador, pero, eso sí, permite a Unai y José María comportarse como dos sátrapas que pueden llevar empresas a la ruina en muy poco tiempo. Eso sí, siempre en defensa del trabajador.
Y Calviño y Díaz peleándose por recoger los réditos políticos de la firma del acuerdo. Acuerdo histórico, como creo haber dicho antes.
¡Qué poca vergüenza!