La primera noticia es que el BCE ya ha adoptado de manera oficial la religión climática. La segunda, que las entidades financieras europeas no están haciendo los deberes y a día de hoy son cómplices del cambio climático: casi dos tercios de sus ingresos provienen de empresas de sectores intensivos en emisiones de gases de efecto invernadero. Tremendo.
Es una de las conclusiones del primer test de estrés de riesgos climáticos realizado por el BCE, cuyos resultados agregados ha publicado este viernes. Las carencias en el sector son abundantes: de un total de 104 entidades analizadas, alrededor del 60% “no disponen aún de un marco de pruebas de resistencia sobre riesgo climático”, señala el supervisor en un comunicado.
“Asimismo, la mayoría de las entidades no incluye este riesgo en sus modelos de riesgo crediticio, y solo el 20% lo tiene en cuenta como variable en la concesión de préstamos”, afirma antes de concluir que “actualmente, las entidades de crédito no siguen buenas prácticas a este respecto”.
Se trata del primer paso del BCE respecto al cambio climático y ya no hay vuelta atrás. En otras palabras, el supervisor no exigirá, de momento, más recursos propios para cubrir los riesgos climáticos, pero todo se andará y se admiten a puestas a que lo hará más pronto que tarde. Todo por el planeta, naturalmente.
En cualquier caso, desde Fránkfort ya han puesto cifra a las pérdidas de crédito y de mercado a corto plazo, en los escenarios de riesgos físicos (sequía y calor): 70.000 millones de euros en total, para las 41 entidades más significativas.
No se relajen, porque “este importe infravalora considerablemente el riesgo climático real, ya que refleja solo una parte del verdadero riesgo”, advierte el supervisor. En otras palabras, el riesgo climático es mucho más elevado, razón por la que el BCE exigirá a los bancos unos recursos propios mucho más elevados.
Por lo demás, se aproxima otra ola de calor. Son típicas del verano.