Repsol fue la primera petrolera que se marcó la meta de ser neutra en carbono en 2050, lo hizo en diciembre de 2019 y desde entonces, sus pasos no han perdido ese horizonte ni sus negocios clave. Esta misma semana, ha defendido en varias ocasiones el empleo industrial dentro de la transición energética frente a la “cerrazón ideológica” y no son palabras vacías, sino que se pueden ver en hechos: en sus cinco refinerías españolas emplea a 11.100 personas (5.500 directos y 6.600 indirectos, que generan 30.000 inducidos).
La semana empezó con la comparecencia del CEO de la compañía, Josu Jon Imaz, en la Comisión de Transición Ecológica del Senado, donde afirmó que “estamos amenazando el empleo industrial por la cerrazón ideológica” asociada a la transición energética y a la descarbonización. Asimismo, pidió que en este proceso se tenga en cuenta “más a la tecnología y menos a los prejuicios”. No es la primera vez -ni será la última- que Imaz defiende el empleo industrial, lo hizo el pasado septiembre, cuando apostó por “una estrategia de descarbonización ligada a nuestra capacidad industrial y tecnológica” en la Comisión de Transición Ecológica del Congreso de los Diputados o el pasado octubre, al anunciar un proyecto para la refinería de Cartagena. Pero no es el único, recientemente, en la Junta de Accionistas, el presidente de Repsol, Antonio Brufau, ha dado una lección climática a la vicepresidenta ‘verde’ Teresa Ribera y ha defendido que la industria genera empleo “estable y de calidad” y que de la actual crisis se debe salir “con más industria y no con menos, con más empleo de calidad y no con más precariedad”.
Brufau defiende que de la actual crisis se debe salir “con más industria y no con menos, con más empleo de calidad y no con más precariedad”
En su nuevo plan estratégico, Repsol ha fijado su foco en cuatro negocios: Upstream (exploración y producción de hidrocarburos), Industrial (refino, química, biocombustibles, trading, mayorista de gas), Cliente y Generación baja de emisiones. En esta ocasión, nos fijaremos en los cinco complejos industriales que tiene en España, que cuentan con uno de los sistemas de refino más innovadores y eficientes de Europa gracias a las inversiones de más de 4.000 millones que se hicieron entre 2017 y 2011, generando productos de menor intensidad en carbono, y tienen un gran futuro a través de la transformación de residuos y materias primas renovables en productos de bajas emisiones (biocombustibles, gases renovables, entre otros). De hecho, Repsol tiene la ambición de usar cuatro millones de toneladas anuales de residuos y ser una referencia en biocombustibles sostenibles, con una capacidad de producción de 1,3 millones de toneladas en 2025 y más de dos millones en 2030.
El recorrido empieza en Cartagena, donde se construirá la primera planta de biocombustibles avanzados de bajas emisiones de nuestro país a partir de materias primas recicladas, con una inversión de 188 millones de euros, y que requerirá de unos 1.000 profesionales. Estará operativa en 2023 y producirá 250.000 toneladas de hidrobiodiésel, biojet, bionafta y biopropano que podrán usarse en aviones, camiones o coches, y permitirán reducir 900.000 toneladas de CO2 al año.
En Cartagena aspira a producir 250.000 toneladas de hidrobiodiésel, biojet, bionafta y biopropano que podrán usarse en aviones, camiones o coches, reduciendo 900.000 toneladas de CO2 al año
La segunda parada es Bilbao, donde su participada Petronor pondrá en marcha una de las mayores plantas de producción de combustibles sintéticos cero emisiones netas a partir de hidrógeno renovable, sólo usando agua y CO2 como materias primas, con una inversión inicial de 60 millones. Unos combustibles sintéticos que se podrán usar en motores de combustión de automóviles, pero también en aviones y camiones. Entre los socios de este proyecto también están Enagás y el Ente Vasco de la Energía (EVE). Asimismo, se invertirán 20 millones en una planta de gas a partir de residuos urbanos, que procesará unas 10.000 toneladas al año en un principio, pero la ambición es ampliar dicha capacidad hasta 100.000 toneladas. Repsol apuesta fuerte por el hidrógeno renovable en esta refinería al liderar el consorcio internacional H24AII para desarrollar su tecnología punta, que aspira a recibir fondos europeos para crear la primera planta de electrolizadores alcalinos de 100 megavatios (MW) del continente, y también forma parte del Proyecto del Corredor Vasco del Hidrógeno BH2C para avanzar en la descarbonización de distintos sectores (energía, movilidad, industria y servicios). Dentro del BH2C tiene un acuerdo con la ingeniería y tecnológica SENER para poner en marcha una planta de electrolizadores en Vizcaya, donde se invertirán 120 millones y se podrían crear hasta un total de 160 empleos.
En Puertollano, tercera parada del viaje refinero, se invertirán más de 700 millones en proyectos de descarbonización y economía circular hasta 2025. En concreto, instalará una planta de producción de hidrógeno renovable con fotoelectrocatálisis (tecnología que desarrolla con Enagás y permite generar hidrógeno verde usando la energía solar para separar las moléculas de agua, y por tanto, no necesita una fuente externa de electricidad como la electrólisis). También está el Proyecto Zero, para aprovechamiento de aceites sintéticos que se producen al tratar con nuevas tecnologías de reciclaje químico residuos plásticos no reciclables de manera tradicional, y dan lugar a polímeros plásticos que se transforman en hidrocarburos o aceites de pirólisis (se utilizan para producir electricidad y calor en aplicaciones de tamaño pequeño y mediano), los cuales se pueden usar de nuevo en la industria petroquímica. Además, está el Proyecto Reciclex, que permite incorporar reciclado plástico al film que se utiliza para transportar packs de latas, botellas, bricks, etc., apostando por los envases sostenibles.
En Puertollano instalará una planta de producción de hidrógeno renovable con fotoelectrocatálisis, que permite generarlo sólo usando la energía solar para separar las moléculas y no necesita electricidad
Cuarta parada: Tarragona. Un lugar que ha sido noticia esta semana, porque se ha anunciado la inversión de más de 1.400 millones entre el plan estratégico y los fondos Next Generation. Uno de los proyectos es “Calípolis Next Generation” para la recuperación económica de la zona del Camp de Tarragona, impulsado por Repsol, la Autoridad Portuaria de Tarragona y el Ayuntamiento de Vila-seca. En concreto, aspira a 259,5 millones de los fondos europeos para realizar 11 actuaciones. La compañía que preside Brufau también quiere que esté operativa este año la primera planta de la Península Ibérica para fabricar polímeros de alta resistencia al impacto, con un presupuesto de unos 32 millones, los cuales tienen un gran valor añadido en el mercado de la automoción por su resistencia y, por tanto, la seguridad que proporcionan.
Y llegamos a la última parada: La Coruña, donde la apuesta se centra en la economía circular y la digitalización. Se quiere producir hidrógeno renovable, a partir del biogás obtenido de residuos urbanos, que después se usaría en la fabricación de combustibles líquidos, sustituyendo al que ahora se genera con gas natural. También se está trabajando en el traslado de los tráficos de crudo al Puerto Exterior de Punta Langosteira, con un presupuesto de 126 millones: se empezará a construir el poliducto que unirá la refinería y el Puerto Exterior, mientras la obra marina del nuevo pantalán (embarcadero para barcos pequeños que se adentra ligeramente en el mar) ya está en fase de finalización. Asimismo, Repsol está estudiando la posible implantación de nuevas tecnologías en la refinería para aumentar la capacidad de biocombustibles avanzados a través de materias primas sostenibles y residuos de los hogares y la industria agroalimentaria del entorno; y también el aprovechamiento de los focos de calor residual para calentar el agua que se destina a algunos núcleos urbanos próximos.
Tras este viaje quedan pocas dudas de que Repsol apuesta por el empleo industrial, esperemos que la vicepresidenta Ribera lo valore y deje de demonizar los combustibles fósiles, porque son muchas las tecnologías que contribuyen a la descarbonización.