El objetivo del premio ‘especial’ era incentivar a Jamie Dimon, de 66 años, para que siguiera unos años más como consejero delegado de JP Morgan Chase, cargo que desempeña desde 2006.
Pero el plan del Consejo de Administración se vino abajo tras el rechazo mayoritario de los accionistas que, en una votación consultiva -no vinculante- rechazaron ese bonus especial, de carácter único y no trasladable a otro cargos de la entidad.
Da lo mismo, a los accionistas les pareció excesivo. Y es que Dimon cobró un total de 34,5 millones en 2022, de los que 1,5 millones correspondieron al sueldo fijo y 33 millones al variable por desempeño. Se da la circunstancia de que ese año (2022) el banco registró la mayor caída del beneficio desde 2008, aunque reportó ingresos récord. Dio lo mismo, Dimon cobró el variable de 33 millones de dólares, lo que da muestra del engaño en el que se ha convertido la remuneración variable en algunas compañías que, bajo ese epígrafe, camuflan el sueldo real de los directivos.
Ahora bien, añadir otros 50 millones en ‘stock options’, a pagar en varios años, pues mire usted, ya parece demasiado, y los accionistas dijeron basta, lo que podría convertirse en tendencia, no solo en banca sino en todos los sectores. Y eso que Dimon no es el banquero mejor pagado de EEUU. David Solomon (Goldman Sachs) y James Gorman (Morgan Stanley), cobraron 35 millones cada uno, en 2021.
En cualquier caso, ¿se imaginan que más del 50% de los accionistas rechazara la remuneración de Ignacio Galán, presidente de Iberdrola, que en 2021 cobró 13,2 millones un 8% más que en 2020? ¿O que los accionistas del Santander rechazaran de forma masiva las aportaciones de Botín a su plan de pensiones, que ya acumula 48 millones de euros?
Sería una revolución, sin duda, que ya ha comenzado en JP Morgan. Porque esto de consolidar bonus crecientes, puede convertir un justo sistema de incentivos en un latrocinio al accionista.