Desde su nacimiento, en agosto de 2014, tras la quiebra de Banco Espírito Santo (BES), que fue rescatado con 4.900 millones de euros de dinero público, Novo Banco -la parte sana del BES- ha requerido sucesivas inyecciones de capital provenientes, tanto del resto de entidades como de préstamos del Estado. En 2021 la inyección se elevó a 209,2 millones de euros.
Por tanto, hablar del beneficio de 142,7 millones obtenido durante el primer trimestre del presente ejercicio, duplicó el del mismo periodo de 2021, no es muy alentador que digamos, como tampoco lo es el hecho de que sea el “quinto trimestre consecutivo” con beneficios, como resaltó el Ceo, António Ramalho, en el comunicado difundido el martes. Un mensaje que seguramente no satisfizo a los propietarios del banco, el fondo Lone Star (75%) y el Estado portugués (25%).
Novo Banco no es ninguna excepción dentro de la eurozona y su negocio típico bancario está por los suelos. Así, el margen financiero cayó un 8,4% y el beneficio se debió al ROF (91,4 millones frente a los 52,8 de 2021) y a las menores provisiones.
En este contexto se comprende a la perfección que el Ceo de Caixabank, Gonzalo Gortázar, asegurara en la última presentación de resultados que su filial portuguesa, BPI, no estaba interesada en comprar Novo Banco. Lógico.