Pedro Sánchez quiere el control total del IBEX 35. No quiere gestionar las grandes empresas, porque no sabe. Lo que quieres es mandar, que es algo bien distinto. Su entrada en Telefónica sin advertir al equipo directivo lo deja claro. Ahora, hagamos el recuento: ya tiene el 17% de Bankia y un vocal en el consejo. Por ahora, no lo ha pedido, pero pedirá, otro vocal en el consejo de Telefónica y eso que ya dispone de Javier de Paz como consejero externo.
Además, ha pactado con Carlos Torres, presidente de BBVA, a cambio de su apoyo en el caso Villarejo. Y, ni que decir tiene, que tanto Caixabank como BBVA están en el accionariado de Telefónica: triángulo cerrado.
Si eso unes las empresas públicas o participadas por el Estado, Enagás, Redeia, Indra, etc, no es difícil adivinar que hay bastante nerviosismo en los cuarteles generales de las compañías, sobre todo en aquellas que sufre de regulación excesiva: bancos, energéticas, telecos, transporte, etc. Mientras en toda Europa las empresas, estratégicas o no tienden a reducir la presencia política, Sánchez ha decidido seguir el camino contrario en España.
Pero la ambición del presidente más intervencionista de toda la democracia española no se para en las empresas. Sánchez pretende desmantelar la democracia, en nombre de la democracia. Ya controla el Tribunal Constitucional y amedrenta al Supremo y al Gobierno de los jueces: quiere mandar en los tribunales, no vaya a ser que fiscalicen su gestión.
También quiere controlar el mundo mediático, aunque aquí hay que hacer una precisión: le interesa mucho más la televisión y la radio que la prensa. Por tanto, Atresmedia y la COPE se encuentran entre sus dos objetivos: si no los puede controlar, los desprestigiará. Exactamente lo mismo que pretende con la Iglesia, la gran exageración de la pederastia clerical.
Y por último, naturalmente, pretende fagocitar la derecha política con una táctica que le ha dado muy buen resultado: la derecha democrática no existe: lo único que hay al otro lado del partido socialista, es todo ultraderecha.
Como todo esto se sale de lo habitual en Europa, Sánchez ha decidido enfrentarse al Partido Popular europeo y erigirse en el líder de la nueva izquierda progre europea, absolutamente 'woke'. Y así, no ha dudado en insultar a Manfred Webber, líder del PPE, o, esta misma mañana de miércoles en el Congreso, al comparar a Georgia Meloni con Benito Mussolini.
Está claro, este chico juega a órdago.