Si hace unos días hablábamos del empeño de Ana Botín por convertir el Santander en un banco de inversión, este miércoles toca hablar de la apuesta de la entidad por el negocio bancario del futuro, que no es otro que el de banca privada. El objetivo es complicado, en ambos casos, aunque la esperanza es lo último que se pierde.
La noticia es esa: el Santander va a fichar a 70 agentes de banca privada en España durante los próximos tres años -alcanzará los 260 banqueros- para reforzar y ampliar su liderazgo en este segmento de negocio que, por cierto, sufrió de lo lindo cuando, en 2013, el banco suprimió la marca Banif e integró la división de banca privada bajo la firma Santander Private Banking.
Todos los grandes grupos se han lanzado a por este negocio y es lógico. El cliente de banca privada -más de 500.000 euros en activos- ofrece muchas más posibilidades que uno de banca doméstica que utiliza la entidad como medio de pago y poco más. Al cliente doméstico le basta con la banca online, mientras que el cliente de banca privada requiere un trato más personal, que no tiene por qué ser siempre presencial, pero sí más personal.
Esa es la clave, porque una cosa es liderar el ranking de banca privada por volumen de negocio, como hace el Santander desde hace años, y otra bien distinta ser el número uno por la calidad del servicio prestado, donde no brillan las grandes entidades sino las medianas y especializadas, con un trato más personal a sus clientes.
Botín quiere potenciar el negocio de banca privada del Santander. Ya veremos si el fichaje de 70 nuevos banqueros consigue el objetivo, no sólo de seguir en lo más alto por tamaño, sino subir posiciones por calidad, que sería lo relevante. En todo caso, y al igual que con el negocio de banca de inversión, el reto es complicado para una entidad grande como es el Santander.