Sorprendidos se quedaron los periodistas ante la presentación de resultados correspondientes al primer semestre del BBVA. Oficiaba como maestro de ceremonias el CEO, Onur Genç, que a pesar de su nacionalidad turca no suele tratar a los plumíferos con, digamos, carácter de delicias turcas. Genç insistía, por vez primera, en que el BBVA está abierto a cualquier proyecto de fusión, naturalmente, siempre y cuando aumente el "valor para el accionista".
Al mismo tiempo, por medio Madrid corría la especie de una nueva ronda de negociación para una posible fusión entre el BBVA y el Sabadell, rotas las negociaciones y de forma un tanto áspera un año atrás.
El exceso de capital, convierte al BBVA en demasiado apetecible. Torres y Genç necesitan gastar su liquidez a la menor brevedad posible
¿Qué está ocurriendo? La suma de dos factores: a Ana Botín le empieza a gustar la operación Caixabank-Bankia y ha vuelto a su antiguo e inconfesable deseo de comerse al segundo banco español.
Por otra parte, al BBVA le sobre dinero, para ser exactos, 'sufre' un exceso de capital, lo le hace muy apetecible. O lo que es lo mismo, si algo le conviene a Carlos Torres ahora mismo es comprar un banco menor que él para seguir mandando. Desde luego, si se fusionara con el Santander, su futuro profesional andaría un poco comprometido.
Y ojo que Carlos Torres tiene un problema añadido: el caso Villarejo está bloqueando su ansiada renovación de Consejo y equipo directivo. Necesita que el juez Manuel García-Castellón termine de una vez la instrucción para abordar unos cambios en un Consejo que no le apoya con entusiasmo y un consejero delegado, el turno Onur Genç, que se siente respaldado por el gobierno turco y que respeta sólo lo necesario al propio Carlos Torres. Ahora bien, comerse al Sabadell para librarse del Santander podría costarle ahora mucho más caro a Torres Vela. Por de pronto, Pep Oliú volverá a exigir la vicepresidencia primera del banco resultante, sí, acuérdense, esa vicepresidencia que funciona a la norteamerica: si el presidente desaparece, el vicepresidente ocupa su puesto de forma automática. Además, Oliú no podría ofrecer la consejería delegada de Josep Guardiola. No está bien nombrar un Ceo como César González-Bueno y luego cesarle sin cumplir un año y nada más comenzar el plan estratégico.
Además, el caso Villarejo bloquea la renovación de directivos y de Consejo que Carlos Torres pretende abordar desde hace dos años
¿Y qué haría el Gobierno Sánchez? Esto de las megafusiones le encanta: le están haciendo la reconversión bancaria y la mala imagen se la llevan los banqueros.