Fue hace tan solo unas semanas cuando Christine Lagarde sentenció que los bancos europeos, entre los que se incluyen los españoles, ya no van a seguir mejorando en rentabilidad. Vamos, que 2024 no será mejor que 2023, como aseguran los principales banqueros españoles.
El argumento de la presidente del BCE es simple y cabe en unas pocas líneas: “Es probable que (la rentabilidad) ya haya dejado atrás su punto máximo, pues los márgenes de interés netos comenzaron a descender desde el último trimestre de 2023”, afirmó.
Primera conclusión: la rentabilidad bancaria depende exclusivamente de los tipos de interés. La segunda, que deriva de la primera, es todavía más preocupante: el papel de los banqueros es muy limitado, bien porque no pueden hacer nada más o porque no saben hacer nada más, lo que resulta, además, un pelín cruel.
Ya veremos quién tiene razón. Por de pronto, habrá que ver si la optimista Lagarde baja los tipos de interés en junio después de que la FED los haya mantenido arriba por la elevada inflación en EEUU. Sería la segunda vez que el BCE toma la iniciativa y se adelanta a la FED. La primera fue en 2008, justo antes de la crisis subprime -subió los tipos- y fue un error.
Luego están los mal-pensados, que sostienen que el BCE está maniobrando para reducir la rentabilidad de las entidades y así forzar nuevas fusiones. Lo tiene fácil, en un sector tan extremadamente regulado: basta con obligarles a aumentar los recursos propios, por ejemplo, para hacer frente a la emergencia climática que nos acecha y que se hará más patente en los próximos meses, al menos en España. Concretamente, en julio y agosto... como siempre.
Sea como fuere, de momento, ni las advertencias de Lagarde ni las del Banco de España para que aumenten las provisiones en lugar del dividendo, han hecho mella en las entidades. Son cosas del supervisor, aseguran.