“Google es un monopolio y ha actuado como tal para mantener su monopolio”, sentenció Amit Mehta, juez del Tribunal de Distrito de Columbia, en agosto de este año. El juicio por prácticas monopolísticas del buscador comenzó en 2020. Cuatro años de un proceso que está a punto de terminar y que podría culminar con el fin de Google, tal y como lo conocemos.

Es una opción cada vez más probable y que cobra fuerza tras la petición -lunes 18- del Departamento de Justicia de EEUU, a la que se han sumado fiscales de varios Estados del país, de trocear la empresa, concretamente, de vender el buscador Chrome, el más utilizado del mundo y el principal instrumento monopolístico de la empresa. A la hora de buscar, Chrome prioriza los servicios y productos de Google, dificultando la competencia.

No sólo eso, conviene recordar que el 78% de los ingresos de Alphabet, matriz de Google, provienen de la publicidad que, por cierto, le ha robado a los medios de comunicación de los que, previamente, ha cogido sus noticias sin pagar nada a cambio.

Además, como hemos explicado en infinidad de ocasiones en Hispanidad, Google se ha convertido en el mayor censor de internet, relegando a la página 10 los artículos críticos con lo políticamente correcto, por ejemplo, contra el cambio climático o la ideología de género.

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El troceamiento de Google podría incluir también Android, el sistema operativo móvil, aunque en este caso no estaríamos hablando de venderlo, sino de desvincularlo del resto de aplicaciones como de la tienda Google Play.

Ya veremos en qué queda todo. De momento, el Tribunal General de la Unión Europea (TGUE) anuló en septiembre una multa de 1.490 millones de euros a Google por abuso de posición dominante.

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