El ministro de Economía, Comercio y Empresa, Carlos Cuerpo, aseguró el pasado sábado que la operadora saudí STC había pedido permiso al Gobierno para aumentar su participación en Telefónica, actualmente del 4,5% de forma directa y, al menos, otro 5% en derivados financieros. “Lo que hay es una entrada de una petición para aumentar la presencia de la empresa STC en el accionariado de Telefónica, y eso es lo que se está analizando ahora en el seno del Gobierno. En este caso, por las características específicas de la operación, la petición se canaliza a través del Ministerio de Defensa”, afirmó en una entrevista publicada en varios medios del grupo Prensa Ibérica.
La petición de los árabes se produjo sólo tres días después de que José María Álvarez-Pallete admitiera, en un almuerzo organizado en el Club Siglo XXI, que un año después de su abrupta entrada, STC no había dado señales de vida.
Ahora sabemos, sin embargo, que no sólo ha pedido permiso a Moncloa, sino que apunta a comprar hasta un 15% de la operadora, según la exclusiva de María Jesús Pérez publicada este jueves en el ABC. Con este movimiento, los saudíes se convertirán en el principal accionista de Telefónica, por delante de la SEPI -el Estado, o sea, el Gobierno-, que posee el 10%, y de Criteria (9,9%).
En cualquier caso, la suma de la SEPI, Criteria y BBVA, que mantiene de momento su 4,8%, garantizaría, con el 24,7% del capital, la españolidad de la compañía, aspecto clave en una empresa estratégica. Para más señas, la autorización a STC se está canalizando a través de Defensa, según Cuerpo.
¿Dará permiso el Gobierno para que los árabes controlen, primero el 9,9% y luego, como se prevé, un 5% adicional? Y más importante aún: ¿permitirá que tengan presencia en el Consejo de Administración? Todavía no lo han pedido, pero es cuestión de tiempo que lo hagan, primero para tener uno -es necesario tener el 6,7% del capital- y luego el segundo, para el que es necesario tener el 13,4%. Y es que la participación de STC, canalizada través del fondo soberano PIF, controlado por el siniestro Bin Salman, no es meramente financiera, como la de, por ejemplo, Blackrock. El objetivo de los árabes es entrar en el Consejo de Administración y eso son palabras mayores. ¿Tendrá Sánchez el valor para decirles que no?
Sea como fuere, si algo han demostrado los saudíes durante todos estos meses, además de tener el dinero por castigo, es una chulería sin precedentes y un menosprecio extraordinario hacia el Gobierno.