No es la mejor manera de celebrar el centésimo aniversario de Telefónica (2024). Saudí Telecom Company, el conglomerado de telecomunicaciones de Arabia Saudí que opera bajo las siglas STC Group, es propiedad de la autoridad inversora, el habitual instrumento inversor de los gobiernos del Golfo (Catar, Emiratos Árabes, etc.) en Occidente. Esa autoridad inversora en Arabia Saudí tiene varios brazos. Uno de ellos es el fondo soberano PIF, sobre el que posee un control absoluto el hombre fuerte del régimen, Mohammad bin Salmán bin Abdulaziz Al Saud. Para los amigos, Bin Salman.

Arabia Saudí es una de las más feroces tiranías del planeta. Financieramente es un socio estable, políticamente, una bomba de relojería... y esto afectará a la gobernanza corporativa

Pues bien, la teleco estatal saudí, STC Group, ha comprado, lo está haciendo por etapas, hasta un 9,9% de Telefónica y ya desde la primera comunicación asoma la arrogancia del primer productor de petróleo: asegura el comprador que no tiene intención, ni de alcanzar una posición mayoritaria -¿Hablamos del 51%?- ni de controlar Telefónica. Gracias amigo, pero ocurre que, según la legislación española, no se trata de que usted no quiera: es que usted no puede.

Las normas del Covid afirman que comprar una empresa cotizada española precisa el permiso del Gobierno y en cuanto a lo de controlar la compañía con un 5% ampliable al 10% (se han hecho con un 4,9% del capital social y otro 5% en instrumentos financieros)... te has pasado, Bin.

Pero lo que sí está claro es que si han entrado con esa fuerza (sumarán lo mismo que el núcleo duro de José María Álvarez-Pallete, formado por Caixabank y BBVA, con un 5% cada uno), lo lógico es que más pronto que tarde pidan dos puestos en el Consejo de Administración, al menos uno. Dos chilabas en el Consejo de Administración de la compañía española con más sentido estratégico. Pues no sé yo...

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Luego está la cuestión tecnológica donde, es cierto, ambas compañías colaboran en varios proyectos... pero el peso tecnológico lo tiene la compañía española, no la saudí. Y exportar tecnología a uno de los más feroces dictadores del mundo podría no resultar un buena idea.

Lo más importante: Mohammad bin Salmán bin Abdulaziz Al Saud, para los amigos amigos Bin, es uno de nuestros peores ciudadanos globales. Hombre fuerte de la tiranía saudí, una de las más feroces del mundo. Hablamos de la tiranía sunita, sólo comparable, y no sé quién gana, a su enemigo, la tiranía chiíta iraní. En cualquier caso, para el Occidente libre, Riad y Teherán constituyen dos de los riesgos políticos más graves de todos.

Es comprensible que Pallete esté harto de la regulación de las telecos en Europa y sus lamentables consecuencias en la cotización de Telefónica, pero la solución no está en Riad

Una pregunta: ¿hubiese permitido París que Arabia Saudí entrara en France Telecom, hoy Orange? ¿Y en su Consejo? En este momento, Bin Salman, insisto, uno de nuestros peores ciudadanos globales, ha entrado de lleno en el tenebroso círculo de nuevos dioses, como les califica, no cariñosamente, la periodista Cristina Martín Jiménez, en su obra Los dueños del planeta, un libro imprescindible.

Es comprensible que José María Álvarez-Pallete esté harto de la regulación de las telecos en Europa y sus lamentables consecuencias en la cotización de Telefónica, pero la solución no está en Riad.

Al menos espero que haya quedado claro que los árabes no deben entrar en el Consejo de Administración de la operadora. Una cosa es colaborar con el tirano desde la independencia y otra meterlo en tu casa y hacerle tu propietario. Y si algo caracteriza al peligroso Bin Salman es saber aprovechar su patrimonio económico en su interés político.

Claro que, hay que reconocerlo, esto ocurre en un país como España que no sabe valorar lo que tiene. Por ejemplo, no sabe valorar la aportación de Telefónica a la sociedad española, por ejemplo con su red de fibra. Y así, cuando no se valoran sus activos, es decir, su actividad, tampoco se valora su cotización, es decir, su valor, de presente y de futuro... pero la solución no es Bin Salman.