Thyssenkrupp ahonda en su crisis y sigue mostrando que está lejos de ser lo que era cuando aún tenía el negocio de ascensores (la joya de la corona que vendió a varios hace tres años y ahora se llama TK Elevator, de la cual sólo conserva una participación minoritaria). Así se puede ver en las pérdidas de 147 millones de euros que ha tenido en su primer semestre fiscal (octubre a marzo), así como en el descenso de ventas y de pedidos.

El grupo industrial alemán ha empeorado las cifras de su primer trimestre fiscal (octubre a diciembre), cuando redujo beneficio, neto, resultado bruto de explotación (ebitda) y plantilla en 3.063 personas. En dicho periodo tuvo ganancia, pero ahora ha pasado a pérdidas por culpa de los números rojos de 223 millones obtenidos entre enero y marzo, así ha perdido 147 millones en el conjunto de su primer semestre fiscal, lejos de los 671 millones que ganó hace un año. El beneficio antes de intereses e impuestos (ebit) se ha desplomado un 40%, hasta los 136 millones. Por su parte, las ventas han descendido un 3%, a 19.125 millones (7.143 millones procedentes de la venta de servicios de materiales y 6.260 millones de Steel Europe); y los pedidos han bajado un 19%, a 19.365 millones.

Su CEO, Martina Merz, cargo del que ha dimitido, señala que “los resultados muestran que ahora somos mucho más fuertes y resistentes. [...] Estamos alineando sistemática y específicamente todos nuestros segmentos en áreas futuras que brindarán oportunidades para un desarrollo de alto valor. Eso se aplica ante todo a la transformación ecológica y especialmente a la economía del hidrógeno” (sí, también apuesta por la ruina del hidrógeno verde)

La compañía presume de un sólido desempeño comercial en el segundo trimestre fiscal en un entorno desafiante con precios de energía persistentemente altos y elevado inflación, pese a que ha entrado en pérdidas (-223 millones, frente a los 565 millones que ganó hace un año); a un descenso de en ingresos del 5%, a 10.107 millones; y una caída del 25% en pedidos, a 10.188 millones. Una solidez que también ha destacado su CEO, Martina Merz, cargo del que ha dimitido, aunque el relevo oficial no llegará hasta el próximo 1 de junio. Es más, ha señalado que “los resultados muestran que ahora somos mucho más fuertes y resistentes. La estructura descentralizada como grupo de empresas y la focalización de nuestra cartera están dando sus frutos. Estamos alineando sistemática y específicamente todos nuestros segmentos en áreas futuras que brindarán oportunidades para un desarrollo de alto valor. Eso se aplica ante todo a la transformación ecológica y especialmente a la economía del hidrógeno” (sí, también apuesta por la ruina del hidrógeno verde). “El cambio de CEO no detendrá a la compañía en esta fase de implementación de la transformación”, ha añadido.

 

Su relevo será Miguel Ángel López Borrego, un alemán de origen español que presidió Siemens en España y también el fabricante de aerogeneradores Siemens Gamesa, y que desde el pasado 1 de enero es CEO interino de Norma Group (fabricante alemán de componentes de unión de máquinas, como acoplamientos de manguera, abrazaderas y conectores rápidos). Y cabe recordar que López Borrego era uno de los que en julio de 2020 presumía de “compromiso con España” por parte de los alemanes, pese a que Siemens Gamesa cerraba plantas y hacía despidos en nuestro país. ¡Olé!

Tiene una larga y curiosa historia: tiene su origen en la metalúrgica Thyssen (cuya familia fundadora era contraria al antisemitismo, pese a que unos de sus miembros -Fritz- financió al partido nazi)... que después se fusionó en 1999 con la metalúrgica Krupp (familia colaboradora de Hitler). Una curiosa unión

Al hilo de esto, la transformación de Thyssenkrupp ya ha incluido una fuerte reducción de empleos: hace seis meses, Oliver Burkhard, director de Recursos Humanos, dijo que habían encontrado “soluciones aceptables” para 9.950 de los casi 13.000 que querían eliminar, llegando alrededor del 80% de las reducciones planificadas; a los que se suman 3.063 empleados menos entre octubre y diciembre. Y no hay que perder de vista la larga historia del grupo alemán, aunque ya no sea lo que era: lo creó August Thyssen, quien empezó a producir acero y sus derivados, y después se fue diversificando: a principios del siglo XX, la familia se separó en dos ramas lideradas por sus hijos Fritz (se relacionó con Hitler y financió al partido nazi) y Heinrich, que emprendieron sus negocios por separado. Este último dio lugar a la rama Thyssen-Bornemisza al casarse con una baronesa y era el abuelo de Hans Heinrich von Thyssen-Bornemisza, más conocido en España como el barón Thyssen, empresario y coleccionista de arte, cuya quinta y última esposa fue Carmen Cervera (también conocida como Tita Cervera o la baronesa Thyssen), quien hoy ostenta una gran colección que exhibe en varios museos públicos en régimen de préstamo. Además, la metalúrgica Thyssen (cuya familia fundadora era contraria al antisemitismo, pese a que Fritz financió al partido nazi) se fusionó en 1999 con la metalúrgica Krupp (familia que fue colaboradora de Hitler), una curiosa unión.