Trillo fue la última central que entró en operación en España, lo hizo en 1988, y desde entonces no se ha instalado ni un megavatio de energía nuclear… ni se hará, al menos con Teresa Rivera. Entre 2027 y 2035 se cerrarán los siete reactores (Trillo será el último) que aún están operativos y muy lejos quedan los primeros años del desarrollo de la nuclear en nuestro país, en los que se llegaron a planificar hasta 20 unidades, pero se pararon “por decisiones políticas y por el terrorismo”.
Así lo explicó Ignacio Araluce, presidente del Foro Nuclear, en la visita de un grupo de periodistas al simulador de la sala de control de la central nuclear de Trillo, que la ingeniería Tecnatom tiene en Alcobendas. En 1984, dos años antes del accidente de Chernóbil, se revisó el Plan Energético Nacional 1978-1987 y se paralizaron las obras de cinco de los siete reactores que estaban en construcción -Lemóniz I y II en Vizcaya por el terrorismo de ETA; Valdecaballeros I y II en Badajoz; y Trillo II en Guadalajara-. Al mismo tiempo, se autorizó que se completaran los de Trillo I y Vandellós II en Tarragona para que entraran en operación.
En 1984, dos años antes del accidente de Chernóbil, se revisó el Plan Energético Nacional 1978-1987 y se paralizaron las obras de cinco de los siete reactores que estaban en construcción -Lemóniz I y II en Vizcaya por el terrorismo de ETA; Valdecaballeros I y II en Badajoz; y Trillo II en Guadalajara
En la Ley de Ordenación del Sistema Eléctrico de 1994 se paralizaron definitivamente las centrales de Lemóniz, Valdecaballeros y Trillo II y se reconoció el derecho de sus titulares a recibir una compensación por las inversiones realizadas, pues los trabajos estaban avanzados en un 90%. Esta compensación la hemos pagado todos los consumidores españoles en el recibo de la electricidad entre 1996 y 2015, acumulando un total de 5.717 millones a lo largo de 19 años.
La prohibición de construir centrales nucleares se denominó moratoria nuclear y acabó con la aprobación de la Ley del Sector Eléctrico 54/1997, que liberalizó la actividad de generación eléctrica. De esta forma, se permitió que cualquier empresa pueda construir cualquier tipo de instalación siempre que logre los permisos necesarios (impacto ambiental, construcción, puesta en marca, operación, locales, provinciales, autonómicos, etc.).
La industria nuclear española cuenta con “alrededor de 30.000 personas, entre empleos directos, indirectos e inducidos”
Sin embargo, ahora esto no parece factible: primero, por el calendario de cierre progresivo de las nucleares y segundo, porque no es rentable debido a la asfixia fiscal que soportan. “La industria nuclear española trabaja en España y en el extranjero, y es un sector de prestigio”, destaca Araluce. Pero la vicepresidenta ecológica Teresa Ribera no le dará ni la más mínima oportunidad y la última muestra se ha podido ver recientemente, afirmando en una entrevista, que “no se va a prorrogar ningún año de vida útil de ninguna central”.
La industria nuclear española cuenta con “alrededor de 30.000 personas, entre empleos directos, indirectos e inducidos”, explica Araluce, y “con un nivel de cualificación muy alto”. Hubo un momento en que llegó a haber 10 reactores en nuestro país, pero tras los cierres de Vandellós I, Zorita y Garoña, ya sólo quedan los siete que conocemos hoy (Almaraz I y II, Ascó I, Cofrentes, Ascó II, Vandellós II y Trillo), los cuales proporcionan el 22% de la producción de electricidad con sólo una potencia instalada del 6,49%. Con el calendario de cierre progresivo encima de la mesa, la vida útil de estas centrales se situará en una media de 45-46 años, mientras en algunos países (por ejemplo, EEUU) se ha alargado a los 80 años y otros (como Francia o Reino Unido) están apostando fuerte por la instalación de nuevos reactores.
Desde el Foro Nuclear se ve racional que aprovechemos los rayos solares (energía fotovoltaica) y el viento (energía eólica), pero no son tan predecibles y controlables. Asimismo, se considera que “el desarrollo del almacenamiento tiene que ir parejo al de las renovables, necesitamos frigoríficos eléctricos”, por ejemplo, mediante centrales hidráulicas reversibles y baterías. Además, hay que tener en cuenta que es una energía barata, que no presiona en el precio (entra en el pool ofertando a precio cero) y que no emite CO2, y que “el sistema marginalista ha permitido históricamente abaratamiento de costes, aunque ahora sea un momento distinto puntual” y esta puede ser la principal razón de que Europa no quiera cambiarlo aunque así lo proponga España.