Lo malo de lanzar proclamas demagógicas en periodo electoral es que corres el peligro de que esas demagogias se consoliden, es decir, que se eternicen. Es lo que puede ocurrir con la jornada laboral de cuatro días de trabajo a la semana que han lanzado el socialista Ximo Puig en Valencia (puede perder la Generalitat) y el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, que se la juega en noviembre, a lo mejor en diciembre o hasta en enero: si don Pedro comprueba que las encuestas le siguen siendo hostiles, no lo duden, no convocará elecciones generales hasta el mismísimo límite legal.
Sánchez ha planteado una prueba voluntaria... para toda España y los CCOO y UGT están felices y contentos. Ya saben cuál es el programa de los sindicatos de clase, esto es, de origen marista: trabajar menos, exigir más impuestos contra la empresa, cobrar más y protestar mucho, que nunca es suficiente.
La jornada de cuatro días sirve para trabajar menos pero no para producir más. Y el teletrabajo lo mismo: vagueamos más... y el principal problema de España continúa siendo la competitividad
Pues bien, en año electoral, Puig y Sánchez han lanzado la jornada laboral de cuatro días por semana, trabajar de lunes a jueves, habremos superado la semana inglesa de los cinco días, ¡qué guay! A prueba, ¿eh? no vaya a ser que el desastre que acarree resulte demasiado visible, como lo del Sólo el sí es sí... y entonces podremos alegar que la "evidencia científica" no nos apoya y debemos dar marcha atrás.
El riesgo consiste en que si el trabajador programa sus vida de lunes a jueves ya verás cuando des marcha atrás... Lo mismo ocurrió con el teletrabajo, traído por la pandemia y ahora convertido en uno de los problemas de la empresa española. En efecto, con el teletrabajo vagueamos más, es casi imposible no hacerlo y nos agobiamos igual o más. Ahora mismo, la empresa española trata de volver a la presencialidad, o sea, a lo normal.
Pero volvamos a la jornada laboral de los cuatro días por semana. Aunque en RTVE se encarguen de repetirnos lo contrario, no implica una mayor productividad, que constituye el gran problema de la economía española. Es más, reduce la productividad y la competitividad. Porque, naturalmente, el 'logro' socialista y sindical consiste en trabajar cuatro días pero con una jornada laboral, no de cuarenta horas, sino como mucho de 36 y encima asegurar que así se produce, no sólo lo mismo, sino más.
Por cierto, a los españoles no hay que reducirles la jornada laboral, hay que aumentarle los sueldos. O sea, reducir los impuestos laborales
Los sociopodemitas nos exigen, una y otra vez, reivindicar, no argumentos sino el mero sentido común: si usted quiere rendir más lo que tiene que hacer es volver a la jornada laboral semanal de seis días, a razón de 6,5 horas diarias de trabajo. Y esto por la obviedad de que el trabajador medio, tanto manual como intelectual, tanto industrial como de servicios, en una jornada laboral de ocho horas, rinde menos durante las cuatro primeras... porque está más cansado.
Insisto, el principal problema de la economía española es la competitividad. En Europa se produce más" se decía a finales del pasado siglo XX, en tono de chanza. Pues bien, sigue siendo así en el siglo XXI. Frente a la jornada laboral de cuatro días yo propongo la jornada de seis con 6,5 horas de trabajo diario. También para los maestros, naturalmente. Y el domingo para descansar.
Por cierto, a los españoles no hay que reducirles la jornada laboral, hay que aumentarles los sueldos. O sea, reducir los impuestos laborales. El lema de hoy debe ser antiverde: no hay que consumir menos, hay que producir más.